PAPA FRANCISCO
Para ser la Iglesia del sí
Misas matutinas en la capilla de la Domus Sanctae Marthae
del 2 de mayo al 8 de mayo de 2013
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 19, viernes 10 de mayo de 2013
La Iglesia, «comunidad del sí» forjada por el Espíritu Santo, se contrapone a la «Iglesia del no», que obliga al Espíritu «a un doble trabajo». Es la imagen propuesta por el Papa Francisco en la misa matutina celebrada el jueves 2 de mayo en la capilla de la Domus Sanctae Marthae. Cada día, como ya es costumbre, el Pontífice comenta las lecturas de la liturgia en una breve homilía, y concelebran con él cardenales, obispos y sacerdotes residentes en Roma o que vienen de diversos países.
Al hablar de la Iglesia, el Papa Francisco se inspiró en la comunidad del Cenáculo. Una Iglesia —destacó— impulsada siempre por el Espíritu Santo, que se extendió por todo el mundo, llevando el anuncio entre los paganos, que «fue a las periferias de la fe, donde no creían el anuncio de Jesucristo, porque no lo conocían». Una Iglesia que «fue a predicar impulsada por el Espíritu Santo», el cual obra sustancialmente «en dos modos: primero impulsa» —dijo— creando «incluso algunos problemas»; luego construye «la armonía de la Iglesia, en su seno. El movimiento producido por el Espíritu Santo es un movimiento continuo». No faltó una exhortación: «Pidamos al Espíritu Santo que nos asista siempre para llegar a ser una comunidad de amor, de amor a Jesús que nos ha amado tanto»; ser una comunidad «del “sí” que conduce a cumplir los mandamientos»; que tenga siempre las «puertas abiertas».
Impulsados y cimentados en el amor, en la misa celebrada el viernes 3 de mayo, el Santo Padre invitó a vivir la audacia que se inspira en el Evangelio. Así, durante la homilía invitó a reflexionar sobre la necesidad de orar con valentía para obtener la gracia de la difusión de la fe en el mundo. Como siempre, el Pontífice utilizó una expresión capaz de entrar y dejar una huella en el corazón y en la memoria de quien le escucha: habló de una oración valerosa, casi como desafiar a Jesús, quien dijo: «Cualquier cosa que pidáis en mi nombre, yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo». Por ello, orar significa «tener la valentía de ir a Jesús y decirle: “Pero tú has dicho esto, ¡hazlo! Haz que la fe se acreciente”». Es una audacia que se inspira en el Evangelio, cuando Jesús dice: «Cualquier cosa que pidáis en mi nombre, yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo». Esta mañana sobresalían los colores de los uniformes, diseñados por Miguel Ángel, de los sesenta guardias suizos que asistieron a la misa —otro grupo lo hizo al día siguiente—. El Papa aprovechó la ocasión para agradecerles «el amor y la cercanía a la Iglesia, también la cercanía al Papa y el amor por el Papa. Es un bello testimonio de fidelidad a la Iglesia —prosiguió—. Que el Señor os bendiga mucho por este servicio. La Iglesia les quiere mucho. Yo también».
De la persecución de los cristianos habló al día siguiente, el sábado 4 de mayo; y centró su reflexión en el odio, que es «una palabra fuerte —subrayó el Papa— utilizada por Jesús. Precisamente el odio. Él que es maestro del amor, a quien le complacía hablar de amor, habla de odio». Pero «a Él —explicó— le gustaba llamar a las cosas por su nombre. Nos dice: “¡No os asustéis!, el mundo os odiará. Sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros”. El camino de los cristianos —explicó— es el camino de Jesús». Para seguirlo no hay otro camino. Uno de los indicados por Jesús, precisó el Santo Padre, «es consecuencia del odio del mundo y también del príncipe de este odio en el mundo». E invitó a pensar en las armas que tenemos para defendernos: «permanezcamos ovejas siempre, porque así tendremos un pastor que nos defiende».
Otra invitación caracterizó la celebración del lunes 6 de mayo: «tener al Espíritu Santo como amigo». Un amigo que se convierte en «compañero de camino» para cada uno de nosotros. Así definió el Papa Francisco al Espíritu Santo, y agregó que para conocer al Espíritu, pero sobre todo para reconocer su acción en nuestra vida, «es importante —este es el consejo del Pontífice— practicar el examen de conciencia todas las noches antes de dormirse». Además, no dudó en recordar que fue Jesús mismo quien nos lo dejó como amigo. Por ello —afirmó el Papa Francisco— es bueno conservar el hábito de preguntarnos, antes de que termine la jornada: “¿Qué ha hecho hoy en mí el Espíritu Santo? ¿Qué testimonio me ha dado? ¿Cómo me ha hablado? ¿Qué me ha sugerido?”. Es una presencia divina que nos ayuda a seguir adelante en nuestra vida de cristianos.
Esta presencia amiga nos ayuda a vivir con alegría las situaciones que exigen tener paciencia. Así, la alegría y la fuerza de la paciencia cristiana hacen al hombre más joven y ayudan a aceptar y a vivir pacientemente las tribulaciones y dificultades de la vida. Lo recordó el Papa Francisco en la misa celebrada el martes 7 de mayo. Las lecturas del día ofrecieron al Papa la ocasión de reflexionar sobre el espíritu de la paciencia testimoniado por los primeros mártires cristianos. Y recordó a Pablo y Silas, quienes, en prisión, oraban y cantaban himnos a Dios, mientras los demás detenidos los escuchaban maravillados. «Pero ellos estaban en paz. También ellos estaban alegres por haber sufrido en el nombre de Jesús». En medio de esa situación, vivían el estilo cristiano de la paciencia, que es «un proceso de madurez cristiana» —explicó el Papa—; y es un proceso que necesita tiempo. «Es como el buen vino» —continuó—, que espera pacientemente a que llegue «el momento en el que está propiamente maduro». Jesús no excluyó a nadie, y construyó puentes, no muros. Su mensaje de salvación es para todos. Así explicó el Papa Francisco el miércoles 8 de mayo la actitud del buen evangelizador: abierto a todos, dispuesto a escuchar a todos, sin ninguna exclusión. El Pontífice propuso el ejemplo del apóstol Pablo en el areópago, que anuncia a Jesucristo entre los adoradores de ídolos. Es importante, según el Papa, el modo de proceder: «Él no dice: “¡idólatras! Irán al infierno…”», sino, por el contrario, «busca llegar al corazón»; no condena desde el inicio, busca el diálogo: «Pablo es un pontífice, constructor de puentes. Él no quiere convertirse en constructor de muros». Construir puentes para anunciar el Evangelio, «esta es la actitud de Pablo en Atenas: hacer un puente en sus corazones, para luego dar un paso más y anunciar a Jesucristo». E invitó a reflexionar sobre nuestra actitud, si lo que nos detiene es el temor a equivocarnos, es necesario pensar que podemos levantarnos y continuar para seguir adelante; porque «los que no caminan para no equivocarse —concluyó el Papa Francisco— comenten un error más grave».
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