Queridos hermanos:

Miembros de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia, ustedes comenzaron la reunión de obispos en 1970, y cuando mi predecesor san Pablo VI visitó Asia se encontró con un continente de masas repletas. La mayoría eran jóvenes, y Asia era reconocida como hogar de diversas culturas y religiones.

Los obispos constataron que las masas se estaban despertando del fatalismo a una vida digna del hombre; los jóvenes también estaban despertando, eran idealistas, conscientes, preocupados, impacientes e inquietos; las sociedades culturalmente diversas estaban despertando para convertirse en una verdadera comunidad de pueblos.

Eso significaba que la Iglesia en Asia estaba llamada a ser más verdaderamente la Iglesia de los pobres, la Iglesia de los jóvenes, y una Iglesia en diálogo con los compañeros asiáticos de otras confesiones.

Ustedes se van a reunir ahora y quiero de alguna manera acompañarlos en el trabajo de fraternidad y de intercambio de ideas que van a hacer. Es importante que las Conferencias Regionales se reúnan con cierta asiduidad, de esa manera la Iglesia se va formando, se va fortaleciendo en el camino, y la pregunta base es: ¿Qué le dice el Espíritu a las Iglesias de Asia? Y eso es lo que ustedes tienen que responder.

Adelante, que los laicos asuman su bautismo, su función de laicos, y respeten la singularidad de cada una de las Iglesias, porque la Iglesia universal no es la Iglesia uniforme, no, es universal respetando la particularidad de cada una de las Iglesias.

Que Dios los bendiga, rezo por ustedes, y ustedes recen por mí. Gracias.