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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA GENERAL
DE LA ACADEMIA PONTIFICIA PARA LA VIDA
"¿FIN DEL MUNDO? CRISIS, RESPONSABILIDAD Y ESPERANZAS"
[Del 3 al 5 de marzo de 2025, Centro de Conferencias Augustinianum]
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Estimados académicos,
siempre es un placer dirigirme a las mujeres y hombres de ciencia, así como a las personas que en la Iglesia cultivan el diálogo con el mundo científico. Juntos pueden servir a la causa de la vida y del bien común. Y agradezco de corazón a Monseñor Paglia y a sus colaboradores su servicio a la Pontificia Academia para la Vida.
En la Asamblea General de este año se han propuesto abordar la cuestión que hoy se define como «policrisis». Esta concierne a algunos aspectos fundamentales de su actividad de investigación en el campo de la vida, la salud y la asistencia. El término «policrisis» evoca la gravedad de la coyuntura histórica que estamos viviendo, en la que confluyen guerras, cambio climático, problemas energéticos, epidemias, fenómenos migratorios y la innovación tecnológica. La combinación de estas dificultades, que afectan simultáneamente a diferentes dimensiones de la vida, nos lleva a preguntarnos acerca del destino del mundo y de nuestra comprensión del mismo.
Un primer paso que debemos dar es examinar con mayor atención cuál es nuestra representación del mundo y del cosmos. Si no lo hacemos y si no analizamos seriamente nuestras profundas resistencias al cambio, tanto como personas como como sociedad, seguiremos haciendo lo que hemos hecho con otras crisis, incluso muy recientes. Pensemos en la pandemia de covid: la hemos, por así decirlo, desaprovechada; podríamos haber trabajado más a fondo en la transformación de las conciencias y las prácticas sociales (cf. Exhort. ap. Laudate Deum, 36).
Y otro paso importante para evitar quedarnos inmóviles, anclados en nuestras certezas, en nuestras costumbres y en nuestros miedos, es escuchar atentamente la contribución de los conocimientos científicos. El tema de la escucha es decisivo. Es una de las palabras clave de todo el proceso sinodal que hemos iniciado y que ahora se encuentra en su fase de actuación. Por lo tanto, aprecio que su forma de proceder retome el estilo de la misma. Veo en ella el intento de practicar en su ámbito específico esa «profecía social» a la que también se ha dedicado el Sínodo (Doc. final, 47). En el encuentro con las personas y sus historias y en la escucha de los conocimientos científicos, nos damos cuenta de cuánto exigen una profunda revisión nuestros parámetros sobre la antropología y las culturas. Desde aquí nació también la intuición de los grupos de estudio sobre algunos temas surgidos durante el camino sinodal. Sé que algunos de ustedes forman parte de ellos, valorando también el trabajo realizado por la Academia para la Vida en los últimos años, trabajo por el que estoy muy agradecido.
Escuchar a las ciencias nos ofrece continuamente nuevos conocimientos. Consideremos lo que nos dicen sobre la estructura de la materia y la evolución de los seres vivos: surge una visión de la naturaleza mucho más dinámica de lo que se pensaba en tiempos de Newton. Nuestra forma de entender la «creación continua» debe ser reelaborada, sabiendo que no será la tecnocracia la que nos salvará (cf. enc. Laudato si', 101): favorecer una desregulación utilitarista y neoliberal a escala planetaria significa imponer como única regla la ley del más fuerte; y es una ley que deshumaniza.
Podemos citar como ejemplo de este tipo de investigación a Teilhard de Chardin y su intento, ciertamente parcial e incompleto, pero audaz e inspirador, de entrar seriamente en diálogo con las ciencias, practicando un ejercicio de transdisciplinariedad. Un camino arriesgado, que lo llevó a preguntarse: «Me pregunto si no es necesario que alguien lance la piedra al estanque, o incluso que acabe siendo «asesinado» por abrir el camino»1. Así lanzó sus intuiciones que pusieron en el centro la categoría de relación y la interdependencia entre todas las cosas, poniendo al homo sapiens en estrecha conexión con todo el sistema de los seres vivos.
Estas formas de interpretar el mundo y su evolución, con las inéditas modalidades de relación que les corresponden, pueden darnos signos de esperanza, que buscamos como peregrinos durante este año jubilar (cf. Bula Spes non confundit, 7). La esperanza es la actitud fundamental que nos sostiene en el camino. No consiste en esperar con resignación, sino en tender con ímpetu hacia la vida verdadera, que va mucho más allá del estrecho perímetro individual. Como nos ha recordado el Papa Benedicto XVI, la esperanza «está ligada al hecho de estar en unión existencial con un «pueblo» y puede realizarse para cada uno solo dentro de este «nosotros»» (Carta enc. Spe salvi, 14).
También por esta dimensión comunitaria de la esperanza, ante una crisis compleja y planetaria, estamos solicitados a valorar los instrumentos que tengan un alcance global. Lamentablemente, debemos constatar una progresiva irrelevancia de los organismos internacionales, que se ven minados también por actitudes miopes, preocupadas por proteger intereses particulares y nacionales. Y, sin embargo, debemos seguir comprometidos con determinación en favor de «organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común mundial, la erradicación del hambre y la miseria y la defensa segura de los derechos humanos fundamentales» (Carta enc. Fratelli tutti, 172). De esta manera se promueve un multilateralismo que no dependa de las circunstancias políticas cambiantes o de los intereses de unos pocos y que tenga una eficacia estable (cf. Exhort. ap. Laudate Deum, 35). Se trata de una tarea urgente que concierne a toda la humanidad.
Este amplio escenario de motivaciones y objetivos es también el horizonte de su Asamblea y de su trabajo, queridos miembros de la Academia para la Vida. Les encomiendo a la intercesión de María, Sede de la Sabiduría y Madre de la Esperanza, «mientras, como pueblo peregrino, pueblo de la vida y para la vida, caminamos confiados hacia «un nuevo cielo y una nueva tierra» (Ap 21,1)» (S. Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae, 105).
A todos ustedes y a su trabajo les imparto de corazón mi bendición.
Roma, Policlínico Gemelli, 26 de febrero de 2025.
FRANCISCO
1 Cit. da B. DE SOLANGES, Teilhard de Chardin. Témoignage et étude sur le développement de sa pensée, Toulouse 1967, 54.
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Boletín de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, 3 de marzo de 2024
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