DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL PERSONAL DE LA RAI, RADIO TELEVISIÓN ITALIANA
Sala Pablo VI
Sábado 18 de enero de 2014
Amable señora presidenta,
queridos dirigentes y empleados de la RAI:
Os doy la bienvenida a todos vosotros. Gracias por haber venido en gran número; esta es una familia numerosa. Y gracias a la presidenta por sus palabras, que he apreciado mucho.
Este encuentro se sitúa en el marco del 90º aniversario del comienzo de las transmisiones radiofónicas de la RAI y en el 60º de las televisivas; y es significativo que también estén presentes representantes de algunas emisoras radiotelevisivas públicas y de asociaciones de este sector de otros países. Los dos aniversarios ofrecen la ocasión de reflexionar sobre la relación existente durante estos decenios entre la RAI y la Santa Sede, y sobre el valor y las exigencias del servicio público.
La palabra clave que inmediatamente querría poner de relieve es colaboración. Ya sea en el ámbito de la radio, ya sea en el de la televisión, el pueblo italiano ha podido acceder siempre a las palabras y, sucesivamente, a las imágenes del Papa y de los acontecimientos de la Iglesia, en Italia, mediante el servicio público de la RAI. Esta colaboración se realiza con dos entes vaticanos: la Radio Vaticano y el Centro televisivo vaticano.
De este modo, la RAI ha ofrecido y ofrece aún hoy a los usuarios de su servicio público la posibilidad de seguir tanto los acontecimientos extraordinarios como los ordinarios. Pensemos en el Concilio Vaticano II, en la elección de los Pontífices, o en el funeral del beato Juan Pablo II; pero pensemos también en los numerosos acontecimientos del Jubileo del año 2000, en las diversas celebraciones, así como en las visitas pastorales del Papa en Italia.
Los años cincuenta y sesenta fueron un período de gran desarrollo y crecimiento para la RAI. Es bueno recordar algunas etapas: desde aquellos decenios las transmisiones de la RAI cubren todo el país; además, la empresa estatal se compromete en la formación de sus propios dirigentes, incluso en el extranjero; en fin, aumenta sus producciones, en las que figuran también las de carácter religioso; recordemos, por ejemplo, el film Francesco, de Liliana Cavani, de 1966, y Hechos de los apóstoles, de Roberto Rosselini, de 1969, este último con la colaboración del padre Carlo Maria Martini.
La RAI, pues, también con muchas otras iniciativas, ha sido testigo de los procesos de cambio de la sociedad italiana en sus rápidas transformaciones, y ha contribuido de manera especial al proceso de unificación lingüístico-cultural de Italia.
Por lo tanto, demos gracias al Señor por todo esto y llevemos adelante este estilo de colaboración. Pero recordar un pasado rico de conquistas nos llama a un renovado sentido de responsabilidad, hoy y en el futuro. El pasado es la raíz, la historia se convierte en raíz de nuevas iniciativas, raíz de los desafíos presentes, y raíz de un futuro, de un ir adelante. Que el futuro no nos encuentre sin la responsabilidad de nuestra identidad. Que nos encuentre con la raíz de nuestra historia y yendo siempre adelante. A todos vosotros que estáis presentes aquí, y a quienes por diversos motivos no han podido participar en nuestro encuentro, os recuerdo que vuestra profesión, además de informativa, es formativa, es un servicio público, es decir, un servicio al bien común. Un servicio a la verdad, un servicio a la bondad y un servicio a la belleza. Todos los profesionales que forman parte de la RAI, dirigentes, periodistas, artistas, empleados, técnicos y oficiales saben que pertenecen a una empresa que produce cultura y educación, que ofrece información y espectáculo, llegando en todos los momentos de la jornada a una gran parte de italianos. Es una responsabilidad que no puede declinar por ningún motivo quien dirige el servicio público.
La calidad ética de la comunicación es fruto, en resumidas cuentas, de conciencias atentas, no superficiales, siempre respetuosas de las personas, tanto de las que son objeto de información como de las destinatarias del mensaje. Cada uno, en su propia función y con su propia responsabilidad, está llamado a vigilar para mantener alto el nivel ético de la comunicación y evitar las cosas que hacen mucho mal: la desinformación, la difamación y la calumnia. Mantener el nivel ético.
A vosotros, dirigentes y empleados de la RAI, y a vuestras familias, así como a los gratos huéspedes de este encuentro, os expreso mis más cordial felicitación por el año recién iniciado. Os deseo que trabajéis bien y tengáis confianza y esperanza en vuestro trabajo, para que también podáis transmitirla: hay mucha necesidad de ella.
A la RAI, y a las demás redes y asociaciones aquí representadas, les expreso el deseo de que, prosiguiendo con determinación y constancia su finalidad, se pongan siempre al servicio del crecimiento humano, cultural y civil de la sociedad. Gracias.
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