DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE KENYA
EN VISITA "AD LIMINA APOSTOLORUM"
Jueves 16 de abril de 2015
Queridos hermanos obispos:
Os doy mi bienvenida fraterna con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum, mientras realizáis vuestra peregrinación a las tumbas de los santos Pedro y Pablo. Vuestra estancia en la ciudad eterna y vuestras visitas a los diversos dicasterios de la Curia romana ofrecen numerosas oportunidades para profundizar en la comunión entre la Iglesia en Kenia y la Sede de Pedro. Agradezco al cardenal Njue sus cordiales palabras en vuestro nombre y en el de los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como de todos los fieles laicos de Kenia. Os pido que les aseguréis mis oraciones y mi cercanía espiritual.
A algunos de vosotros esta visita a Roma les traerá a la memoria el tiempo pasado aquí para la preparación de la ordenación sacerdotal. Los numerosos seminaristas que estudian en esta ciudad, así como el gran número de seminaristas en vuestro país, son un signo elocuente de la bondad de Dios con la Iglesia universal y con vuestras diócesis. Nos recuerdan el gran recurso que tenéis en los muchos jóvenes de vuestras Iglesias locales, así como vuestra solicitud paterna al ayudar a los jóvenes hombres a responder a la llamada al sacerdocio. Pienso, de modo particular, en el celo, la esperanza y la dedicación de los seminaristas que desean entregar todo a Cristo a través del servicio a la Iglesia. Aunque las semillas de una vocación sacerdotal se siembran mucho antes de que un hombre llegue al seminario, en primer lugar en el corazón de la familia, les corresponde a los formadores en el seminario alimentar el crecimiento de tales vocaciones. Por eso es fundamental que a la buena voluntad de los seminaristas y a sus deseos sinceros se responda con una formación humanamente sólida, espiritualmente profunda, intelectualmente rica y pastoralmente variada (cf. Pastores dabo vobis, 43-59). Soy consciente de los desafíos que esto comporta, y os animo a intensificar los esfuerzos, individualmente en vuestras diócesis y colectivamente en vuestra Conferencia episcopal, para que se perfeccione el buen trabajo que el Señor está realizando en vuestros candidatos al orden sacerdotal (cf. Flp 1, 6).
En el ejercicio de vuestro ministerio episcopal cada uno de vosotros está llamado a ser cuidador de almas (cf. Christus Dominus, 2), padre y pastor (ibídem, n. 16). Esto se realiza principalmente con vuestros colaboradores más cercanos, vuestros sacerdotes. Ellos necesitan que los guiéis con claridad y firmeza, pero también, y sobre todo, con compasión y ternura. Como obispos debemos considerar siempre el ejemplo de Jesús, que cuidaba personalmente a los Apóstoles, pasaba el tiempo con ellos y disfrutaba de su compañía. También vosotros debéis tratar de estar con vuestros sacerdotes, conocerlos y escucharlos. Vuestro apoyo los ayudará a ser fieles a las promesas hechas y fortalecerá vuestro compromiso común para edificar el reino de Dios en Kenia.
En este Año de la vida consagrada, mi corazón también está cerca de los religiosos y las religiosas que han renunciado al mundo por el Reino, llevando de este modo muchas bendiciones para la Iglesia y la sociedad en Kenia. Queridos hermanos obispos, os pido que les transmitáis mi gratitud, mi afecto y mi cercanía orante y les expreséis también mi esperanza de que, en este año dedicado a la vida consagrada, sean gozosos y audaces mientras muestran a Cristo con su vida. Os animo a profundizar en los vínculos de caridad y comunión eclesial que mantenéis con los institutos religiosos en Kenia. La misión de la Iglesia, aunque polifacética, es una sola: será posible realizar mucho más para alabanza y gloria del nombre de Dios, si nuestras acciones están en armonía.
Los esfuerzos unidos y generosos de tantos católicos en Kenia son un hermoso testimonio y un ejemplo para el país. De muchos modos, la Iglesia está llamada a dar esperanza a la cultura en general, esperanza basada en el munificente testimonio de la novedad de vida prometida por Cristo en el Evangelio. Al respecto, sin querer interferir en las cuestiones temporales, la Iglesia debe insistir, especialmente con quienes ocupan una posición de liderazgo y poder, en los principios morales que promueven el bien común y la edificación de la sociedad en su conjunto. Al cumplir su misión apostólica, la Iglesia debe asumir un papel profético en defensa de los pobres y contra toda corrupción y abuso de poder. Debe hacerlo, en primer lugar, con el ejemplo. ¡No tengáis miedo de ser una voz profética! ¡No tengáis miedo de predicar con convicción! Haced que la sabiduría de la Iglesia, contenida en particular en su doctrina social, incida en la sociedad keniana.
De modo particular, deseo dirigir una palabra de aprecio a los numerosos trabajadores, humildes y piadosos, de las instituciones gestionadas por la Iglesia en todo vuestro país, cuya actividad diaria produce beneficios espirituales y materiales para innumerables personas. La Iglesia ha dado su contribución, y sigue haciéndolo, a todo Kenia, a través de una vasta serie de escuelas, institutos, universidades, clínicas, hospitales, casas para enfermos y moribundos, orfanatos y centros sociales. A través de estas estructuras, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos dan una contribución vital al bienestar de toda la nación. Estas loables obras son sostenidas constantemente por la vida de oración y culto vivida en tantas parroquias, conventos, monasterios y movimientos laicos. ¡Que este himno de alabanza y los frutos de vuestro trabajo apostólico sigan creciendo!
Queridos hermanos: La Iglesia en Kenia debe ser siempre fiel a su misión de instrumento de reconciliación, justicia y paz. Con fidelidad a todo el patrimonio de la fe y a la enseñanza moral de la Iglesia fortaleced vuestro compromiso de trabajar con los líderes, tanto cristianos como no cristianos, en la promoción de la paz y la justicia en vuestro país a través del diálogo, la fraternidad y la amistad. De este modo podréis presentar una denuncia más concorde y valiente contra toda violencia, especialmente de la cometida en nombre de Dios. Esto dará una certeza más profunda y consuelo a todos vuestros conciudadanos. Con vosotros rezo por todos los que fueron asesinados mediante actos de terror u hostilidad étnica o tribal en Kenia, así como en otras partes del continente. Pienso, en particular, en los hombres y mujeres asesinados el Viernes santo en el Garissa University College. Que sus almas descansen en paz y sus seres queridos encuentren consuelo, y quienes perpetran tales brutalidades se arrepientan y busquen la misericordia.
Deseo ofreceros una palabra de aliento en vuestra solicitud pastoral por la familia. Mientras la Iglesia se prepara para el Sínodo ordinario dedicado «a los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», confío en que sigáis asistiendo y fortaleciendo a todas las familias que están luchando a causa de matrimonios rotos, infidelidad, dependencia o violencia. También os pido que intensifiquéis el ministerio de la Iglesia en favor de los jóvenes, formándolos para que sean discípulos capaces de asumir compromisos permanentes y que donen vida, tanto con el cónyuge en el matrimonio como con el Señor en el sacerdocio o en la vida consagrada. Enseñad a todos la verdad salvífica del Evangelio de la vida. Que la belleza, la verdad y la luz del Evangelio resplandezcan de modo cada vez más luminoso en el rostro joven y alegre de la Iglesia en Kenia.
En fin, rezo con vosotros para que el inminente Jubileo de la misericordia sea un tiempo de gran perdón, sanación, conversión y gracia para toda la Iglesia en Kenia. Que tocados por la misericordia infinita de Cristo todos los fieles sean signo de la reconciliación, la justicia y la paz que Dios quiere para vuestro país y, de hecho, para toda África.
Con estos pensamientos, queridos hermanos obispos, os encomiendo a todos a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, y con gran afecto os imparto mi bendición apostólica, que extiendo de buen grado a todos los amados sacerdotes, religiosos y fieles laicos de Kenia.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana