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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL FORO MUNDIAL FORTUNE-TIME 2016

Sala Clementina
Sábado 3 de diciembre de 2016

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Queridos amigos:

Me agrada recibiros a todos vosotros, participantes en el Fortune-Time Global Forum, y expreso mi aprecio por vuestro trabajo durante estos dos días. Doy las gracias a la señora Nancy Gibbs e al Señor Alan Murray por sus corteses palabras. El tema elegido «El desafío del siglo xxi: crear un nuevo pacto social», es verdaderamente oportuno y tiene como objetivo la necesidad urgente de más modelos económicos inclusivos y justos. El tiempo transcurrido juntos os ha permitido un considerable intercambio de ideas y el intercambio de informaciones. Y eso es tan importante, que aquello que ahora se requiere no es un nuevo acuerdo social en abstracto, sino ideas concretas y una acción eficaz que irá en favor de todos e iniciará a responder a las urgentes cuestiones de nuestros días.

Quisiera decir un gracias especial por todo lo que estáis haciendo para promover la centralidad y la dignidad de la persona humana dentro de las instituciones y de modelos económicos, y para llamar la atención sobre la llaga de los pobres y los refugiados, que a menudo son olvidados por la sociedad. Cuando ignoramos el grito de muchos de nuestros hermanos y hermanas de todas las partes del mundo, no sólo les negamos los derechos y los valores que han recibido de Dios, sino que además rechazamos su sabiduría y les impedimos ofrecer al mundo sus talentos, su tradiciones y sus culturas. Estos comportamientos aumentan el sufrimiento de los pobres y de los marginados, y nosotros mismos nos hacemos más pobres, no sólo materialmente, sino también moralmente y espiritualmente.

Nuestro mundo hoy está marcado por una gran inquietud. La desigualdad entre los pueblos sigue creciendo y muchas comunidades están afectadas directamente por la guerra y la pobreza o por la partida forzada de los migrantes y refugiados. La gente quiere hacer oír su voz y expresar sus propias preocupaciones y miedos. Quiere dar su legítima contribución a las comunidades locales y a la más amplia parte de la sociedad, y beneficiarse de los recursos y del desarrollo muy a menudo reservados a unos pocos. Y eso, mientras puede crear conflictos y dejar al descubierto los muchos sufrimientos de nuestro mundo, también nos permite comprender que estamos viviendo un momento de esperanza. Porque cuando reconocemos finalmente el mal entre nosotros, podemos intentar sanarlo aplicando la cura adecuada. Precisamente vuestra presencia aquí es hoy un signo de tal esperanza, porque demuestra que vosotros reconocéis los problemas que están ante la necesidad de actuar con decisión. Esta estrategia de renovación y esperanza requiere una conversión institucional y personal; un cambio del corazón que confiere el primado a las más profundas expresiones de nuestra común humanidad, de nuestras culturas, de nuestras convicciones religiosas y de nuestras tradiciones.

Esta renovación fundamental no tiene que ver simplemente con la economía de mercado, con números que hay que cuadrar, con el desarrollo de materias primas y mejoras de las infraestructuras. No, aquello de lo que estamos hablando es del bien común de la humanidad, del derecho de cada persona de tener parte de los recursos de este mundo y de tener las mismas oportunidades para desarrollar su potencial, potencialidad que en un último análisis se basa en la dignidad de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza.

Nuestro gran desafío es el de responder a los niveles globales de injusticia promoviendo un sentido de responsabilidad local, es más, personal, de manera que nadie quede excluido de la participación social. Por lo tanto, la pregunta que debemos plantearnos es cual es la mejor manera de animarnos los unos a los otros y motivar a nuestras respectivas comunidades para responder al sufrimiento y las necesidades que vemos, tanto lejos como entre nosotros. La renovación, la purificación y el refuerzo de sólidos modelos económicos depende de nuestra personal conversión y generosidad hacia los necesitados.

Os animo a continuar el trabajo que habéis iniciado en este Foro y a buscar vías cada vez más creativas para transformar las instituciones y las estructuras económicas de manera que sepan responder a las necesidades de hoy y estén al servicio de la persona humana, especialmente de los que están marginados y excluidos. Ruego también para que podáis comprometer en vuestros esfuerzos a los que intentáis ayudar; Dadles voz, escuchad sus historias, aprended de sus experiencias y comprended sus necesidades. Ved en ellos a un hermano y a una hermana, a un hijo y a una hija, a una madre y a un padre. Entre los desafíos de hoy, mirad el rostro humano de aquellos que sinceramente intentáis ayudar.

Os aseguro mi oración para que vuestros esfuerzos den frutos y el compromiso de la Iglesia Católica de convertirse en la voz de los que de otra manera son silenciados. Sobre vosotros, sobre vuestras familias y sobre vuestros colegas, invoco las divinas bendiciones de sabiduría, fortaleza y paz.

 



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