DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA COMUNIDAD DE LOS COLEGIOS:
PÍO LATINO AMERICANO, PÍO BRASILEÑO Y MEXICANO
Sala Clementina
Jueves, 4 de abril de 2024
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Queridos hermanos sacerdotes:
Como cada año tengo el gusto de encontrarme con ustedes, esta vez con los tres Colegios juntos —Pío Brasileño, Pío Latinoamericano y Mexicano—. Quisiera dirigirles mi reflexión sobre un tema central en la vida de los sacerdotes, el Amor.
El Amor, el primer amor, es el que nos ha convocado a todos aquí, y mantenerlo vivo es nuestra principal obligación. Cualquier vocación nace de un amor de predilección. Como a cada hombre, Dios nos ha llamado a ser sus hijos y, de entre ellos, nos encargó una tarea peculiar, que nos acerca más a Él: entregarnos por los demás. Ellos son nuestra razón de ser, el objeto de nuestro amor, pues en ellos realizamos este servicio que el Señor nos pide.
Cada hombre, cada mujer, cada niño se presenta a mis ojos como miembro de ese Cuerpo místico cuya cabeza es Cristo. Actuar in persona Christi es ser verdadero icono de Jesús, es hacerme “Verónica” de cada rostro, de cada lágrima. ¿Cómo? Enjugándolos con mis vestiduras sacerdotales. En primer lugar, con la oración, presentando cada situación concreta a la presencia de Dios: “Señor, el que tú amas, está sufriendo” (cf. Jn 11,3).
En segundo lugar, con la ofrenda oblativa, eucarística, de todo nuestro ser. Cuando Jesús nos dice: «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?» (Mt 20,22), no busca una mera disponibilidad teórica al martirio, sino una radical aceptación de que estamos aquí para hacer su voluntad y renunciar a la nuestra. Nuestros estudios, nuestro trabajo y nuestro descanso; cada decisión, sea vital o cotidiana, todo está en función de este servicio.
En tercer lugar, con la humildad, sabiéndome en camino, necesitado de esa oración, más incluso que los que he sido llamado a servir. El mismo Señor en el trance de la cruz se vio confortado por un ángel (cf. Lc 22,43). No desestimen el poder de la intercesión de aquellos que Dios ha puesto en su camino: de sus formadores, de sus compañeros sacerdotes, de su entorno más cercano. En una palabra, confíen en la oración de todos los miembros del Pueblo fiel de Dios y no se olviden de rezar por sus Pastores, y por mí. Que Jesús los bendiga y Santa María de Guadalupe, Emperatriz de América, los cuide. Muchas gracias.
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