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DISCORSO DEL SANTO PADRE FRANCESCO
A LOS MIEMBROS DE LA FONDACIÓN "MONS. CAMILLO FARESIN",
DE MARAGNOLE DI BREGANZE (VICENZA- ITALIA)  

Sala Clementina
Sábado, 16 de marzo de 2024

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Queridos Hermanos y hermanas, 

Me complace daros la bienvenida con motivo del vigésimo aniversario de su Fundación. Hoy traéis aquí veinte años llenos de iniciativas al servicio de los últimos, recorridos tras las huellas de monseñor Camillo Faresin, durante mucho tiempo obispo de Guiratinga en Mato Grosso, ejemplo de sensibilidad misionera y de fe en la Providencia, y también de sus dos hermanos: don Santo, también él misionero salesiano, y don Juan Bautista, sacerdote diocesano.

Os habéis propuesto recoger el testigo de su caridad haciendo vuestra la tenacidad y la amplitud de miras al servir al prójimo. Y esto os ha llevado a desarrollar vuestra labor en Brasil, en Italia y en otras partes del mundo, extendiéndola a diferentes campos: desde la formación a la asistencia social, pasando por la asistencia sanitaria, hasta la oferta de condiciones de vida dignas y de oportunidades de trabajo para muchas personas.

Mirando vuestro compromiso, me gustaría destacar y alentar dos líneas de acción importantes: trabajar entre los últimos y trabajar juntos.

Primero: trabajar entre los últimos. Monseñor Faresin y sus hermanos eran personas de extracción humilde. Han aprendido el valor de la caridad y el fervor misionero en el contexto de una familia sencilla, devota, modesta y digna, una familia como tantas de las nuestras. En ese ambiente supieron captar, con la gracia de Dios, un mensaje y una invitación para su futuro a estar entre los últimos para ayudar a los últimos, y lo hicieron con incansable amor, con generosidad e inteligencia, incluso entre grandes dificultades. Recordemos, a este respecto, que el nombre del obispo Camilo está incluido, en Jerusalén, entre los del "Jardín de los Justos", precisamente porque, incluso antes de poder partir hacia Brasil, bloqueado en Roma debido a la Segunda Guerra Mundial, no se dejó detener por las circunstancias, prodigándose con caridad y valentía en ayudar a los judíos perseguidos.

Así ha sido durante toda su vida, como sacerdote y luego como obispo, con un impulso irresistible de acercarse a los más desafortunados. Hasta que, terminado su mandato episcopal, pidió y obtuvo poder permanecer entre su gente, en Mato Grosso, hasta su muerte, como humilde siervo de los humildes, continuando así en el ocultamiento, como amigo y compañero de camino, el mismo ministerio que durante tantos años había desempeñado como guía y pastor.

Lo que nos ha dejado es un gran ejemplo a imitar: ¡estar con los últimos, siempre! - Pero, ¿cómo? Eligiendo y privilegiando, en vuestros proyectos, las realidades más pobres y despreciadas como lugares especiales en los que permanecer, y como “tierras prometidas” hacia las que poneros en marcha y en las que "plantar vuestras tiendas" para iniciar nuevas obras (cf. Dt  1,8). Y hacerlo con una presencia concreta y cercana a las comunidades a las que servís, desde dentro, in situ, trabajando entre los pobres y compartiendo lo más posible su vida. Solo así, de hecho, se siente "el pulso" de las necesidades reales de los hermanos y hermanas que el Señor pone en nuestro camino; y sobre todo nos enriquecemos con la luz, la fuerza y la sabiduría que vienen de estar con Jesús, presente de manera única en los miembros más sufrientes de su Cuerpo.

Y llegamos al segundo punto: trabajar juntos. En vuestras actividades os exhorto a buscar siempre sinergias, entre vosotros y con otras realidades religiosas y asociativas. Sé que ya colaboráis, en varias obras, con las Hermanas Misioneras de la Divina Voluntad de Bassano del Grappa y con otras organizaciones. Estamos en buen camino.

Hacer juntos, de hecho, ya es en sí mismo un anuncio del Evangelio vivido; y para vosotros, además de una forma inteligente de optimizar los recursos, es una vía de formación en la caridad y en la comunión. Lo habéis subrayado dando a vuestro reciente evento este título: “Actuar juntos para progresar juntos”. Así es: actuar juntos, de hecho, no significa solo hacer el bien, sino también y sobre todo crecer unidos en el bien, unos al servicio y apoyo de los otros.

Hacer juntos, por último, es también una expresión de fe en la Divina Providencia. Faresin la definía como “la fuente que más garantiza los recursos” para las obras que Dios requiere. Y los recursos más importantes para las obras del Señor no son las cosas, sino que somos nosotros, puestos sabiamente los unos cerca de los otros porque compartimos lo que somos: nuestra pasión, nuestra creatividad, nuestras habilidades y experiencias, y también nuestras debilidades y fragilidades. De este paciente poner en común, en la valorización de la contribución de cada uno, surgen frutos de gran dinamismo y concreción, como atestigua la historia pasada y presente de vuestra Fundación.

Queridos hermanos y hermanas, gracias por lo que hacéis y por cómo lo hacéis; y porque con ello mantenéis viva la memoria del corazón pastoral grande y generoso de Mons. Camilo Faresin. Que la Virgen os custodie en la caridad humilde y valiente. Os bendigo a vosotros y a vuestras familias; y os pido, por favor, que recéis por mí.

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L'Osservatore Romano, Edición semanal en lengua española, Año LXI, número 12, Viernes, 22 de marzo de 2023, p. 6.



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