JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 2 de enero de 1985
1. "El Verbo se hizo carne y habito entre nosotros" (Jn 1, 14).
En esta primera audiencia del nuevo año tenemos todavía vivo en nuestro espíritu el eco de las palabras con las que el Evangelista Juan anuncia el acontecimiento que señala el cumplimiento y el centro de la historia de la salvación y da al tiempo que sigue, es decir, al nuestro, un valor nuevo: éste es ya el tiempo de la permanencia de Dios con los hombres, porque Dios ha plantado su tienda entre nosotros.
Hemos acogido con los pastores la invitación a acercarnos al portal de Belén, movidos por el deseo de conocer más profundamente quién es Jesucristo y encontrar en El al Salvador "nacido para nosotros en la ciudad de David" (cf. Lc 2, 11).
Junto al Pesebre hemos revivido el acontecimiento histórico del nacimiento de Jesús: en la celebración eucarística, mesa de la Palabra y del Pan del Señor, hemos conocido el misterio de su perenne presencia entre nosotros.
Demos gracias a Dios, queridísimos hermanos y hermanas, por este don que cada año nos es dado gustar nuevamente mediante la celebración de la liturgia de la Iglesia. Gracias a ella, cada hombre, por lejano que se halle en el tiempo del acontecimiento histórico, puede revivir los misterios eternos de Cristo y hacerse presente a la gracia del Verbo de Dios que se hizo hombre como nosotros.
2. La Navidad del Señor, por una providencial coincidencia, está vinculada a la celebración del comienzo del año civil. Es obvio, pues, que de este misterio tenga origen las felicitaciones de buen año que gustosos nos hacemos, recíprocamente. en esta primera audiencia del 1985.
Nuestro tiempo está marcado para siempre por la presencia de Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza. El primer día del año, que hemos celebrado festivamente ayer recordando el misterio de la maternidad divina de la Virgen, lleva en sí un doble significado: el del recuerdo de un año ya irrevocablemente pasado, y el de la proyección, llena de esperanza, hacia un futuro todavía totalmente por descubrir. Al confiar a la misericordia de Dios los días del año transcurrido con su peso de faltas, desilusiones y sufrimientos, miramos al año nuevo llevando en el corazón expectativas y miedos, temores y esperanzas. Pues bien, para todos aquellos que les gusta mirar adelante en su vida, Jesús ofrece un motivo particular de confianza. El, Hijo de Dios, hecho en la Encarnación hermano nuestro, con su presencia anuncia la superación del miedo : "No temáis, os traigo una buena nueva", dice el Ángel a los pastores la noche de Navidad (Lc 2, 10).
Jesucristo es, pues, la razón de nuestras felicitaciones con ocasión del año nuevo. En Él se funda nuestra espera de toda bendición de Dios; sentimos que Él sostiene nuestras fatigas y nuestro trabajo; sabemos que con Él podemos llevar nuestras cruces y empeñarnos en ser artífices de paz, perdonando y buscando siempre reconciliación y amistad.
El deseo primero y fundamental, por tanto, sea éste: que Jesucristo, contemplado por nosotros y comprendido con fe en el misterio de su Natividad, acompañe toda vicisitud del próximo año y nos esté siempre cercano.
3. El año nuevo nos espera también con sus deberes, y yo os pido ante todo una oración por los compromisos de mi ministerio pastoral, dirigido a toda la Iglesia, por las visitas y los viajes que deberé realizar.
Nuestra vida adquiere un sentido si cada uno sabe usar de la propia libertad para afrontar serenamente los deberes y las responsabilidades de su estado. El Espíritu Santo, que Jesucristo nos ha dado, sugerirá a todos los corazones bien dispuestos el camino a seguir en el nuevo año, en correspondencia a la vocación personal y a las exigencias de los hermanos necesitados. Deseo a todos vosotros que cada jornada del nuevo año, al concluirse, os lleve la alegría de haber realizado el bien que de vosotros se esperaba. No existe mayor consuelo en las fatigas cotidianas que el poder decir cada día al anochecer que nos hemos " vestido de la caridad" de Cristo y hemos tratado de servir a los hermanos en el "vínculo de perfección" que se realiza en el amor (cf. Col 3, 14.)
El mensaje de la Navidad, proyectado en el año nuevo, no nos permite dejarnos arrollar por el desaliento a pesar de las nubes negras que dominan el horizonte. Conservamos la esperanza porque estamos seguros de que el Hijo de Dios, encarnación del poder infinito de su amor, está presente en la historia y en el tiempo. El nos guía y nos enseña a dar a los hombres aquel "suplemento de amor" del que sentimos tanta necesidad frente al aumento de odio y violencia.
4. Confiamos el nuevo año apenas comenzado a la protección de la Virgen, Madre de Dios. Es María quien nos puede decir con certeza que no estamos solos en nuestra historia. Justamente de Ella aprenderemos a decir, ante el anunciarse de la voluntad de Dios sobre nosotros, "hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38); y esto cada día, en todo momento. Frente a las previsiones optimistas y felices, o bien pesimistas y preocupadas, María Santísima nos enseña a acoger la Palabra de Dios para comprender que todo el tiempo está proyectado hacia un futuro que se encuentra en las manos de Dios, porque se halla definitivamente marcado por el misterio de la Encarnación y la plena revelación de Jesucristo. Esta fe nos abre el corazón a una esperanza llena de consuelo y de gozo.
5. Con estos sentimientos, queridísimos, os bendigo, en el umbral del año nuevo, formulando los mejores deseos para vosotros que estáis aquí, para todos vuestros seres queridos, para los buenos deseos que tenéis en vuestro espíritu y para las actividades que desarrolláis en cumplimiento de los deberes inherentes a vuestra profesión. La bendición apostólica que gustoso os imparto sea para todos prenda y deseo de todo bien.
Saludos
Y ahora un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española. En especial a la Comunidad del Centro de Estudios Superiores de los Legionarios de Cristo de Roma, a los que aliento a ser fieles en su vocación y a formarse sólidamente al futuro ministerio. También saludo con viva estima a las Carmelitas Misioneras que realizan un curso de renovación espiritual; a las Religiosas Agustinas Misioneras de León (España) y a los miembros del Movimiento Femenino de Apostolado «Regnum Christi». os animo a todos a vivir con generosidad vuestra vocación y entrega al Señor.
A los peregrinos procedentes de España y de los diversos países de América Latina, con mis mejores deseos de un feliz año nuevo
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