JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 9 de enero de 1985
Transmitir a los niños y a los adultos el don integral de la fe
1. Hemos recordado ya que la catequesis es obra de la Iglesia, que difunde la Buena Noticia en el mundo y trata de reforzar su vida sacramental por medio de un mejor conocimiento del misterio de Cristo.
Con la catequesis y con todo el conjunto de la obra de evangelización, la Iglesia sabe que está respondiendo a los problemas más esenciales del hombre, a los que cada uno se plantea o se irá planteando antes o después, a lo largo de su existencia. ¿De dónde viene el hombre? ¿Por qué existe? ¿Qué relaciones tiene con Dios y con el mundo visible? ¿Cómo deberá comportarse para alcanzar el objetivo de su vida? ¿Por qué está sometido al sufrimiento y a la muerte, y cuál es su esperanza?
A estos problemas la catequesis da la respuesta de Dios. Y se propone hacer comprender una doctrina que no es meramente el fruto de investigaciones personales, sino la verdad comunicada a la humanidad mediante la Revelación divina. Por ello, al transmitir la verdad de la salvación, la catequesis se ocupa de hacer manifiestos los interrogantes fundamentales nacidos en el corazón humano y demostrar que Dios ha respondido a través de su Revelación con un don de verdad y vida que supera las expectativas más profundas del hombre (cf 1 Cor 2, 6-9). Su tarea consiste en dar certezas basadas en la autoridad de la Revelación.
2. La catequesis, lejos de levantar dudas o confusión al considerar los problemas, quiere iluminar la inteligencia y vigorizarla con convicciones sólidas. Claro está que con las respuestas que proporciona introduce al espíritu humano más profundamente en el misterio de la Revelación; pero este misterio comunica luz al entendimiento sin disipar todas las oscuridades mientras estemos en la vida terrena. No se puede entender todo, pero lo que se comprende es suficiente para indicar las verdades fundamentales y el significado de la vida.
Con una serie de preguntas y respuestas, frecuentemente las fórmulas de los catecismos han expresado concreta y prácticamente la estructura fundamental de la catequesis, que puede definirse como la confrontación de la pregunta del hombre con la respuesta de Dios. Es verdad que la pregunta del hombre está inspirada e iluminada por la gracia divina y que, por otra parte, la respuesta de Dios viene formulada con los límites e imperfecciones del lenguaje humano. Pero se trata ciertamente de interrogantes propios del hombre, interrogantes sobre los que la catequesis proyecta luz divina.
Esto quiere decir que, sin dejar de atender al lado humano de los problemas, la catequesis no se limita a reflexiones de carácter humano ni a investigaciones de orden filosófico, psicológico o sociológico, ni tampoco al esfuerzo de enunciar meramente los preámbulos de la Revelación. La catequesis ha de exponer y lograr que se capte la verdad revelada, que no puede de ninguna manera reducir o atenuar. Procura adaptar su enseñanza a la capacidad de quienes la reciben, pero no se arroga el derecho de paliar o suprimir una parte de la verdad que el mismo Dios ha querido comunicar a los hombres.
3. Vale la pena recordar aquí lo que puse de relieve en la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae sobre la integridad del contenido de la catequesis: "A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la "palabra de la fe" no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la catequesis misma y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la comunidad eclesial" (n. 30).
Puede ocurrir que el mensaje parezca difícil de dar a entender y ser aceptado. Circulan en el mundo muchas ideas contrarias a la doctrina evangélica e incluso algunas mantienen una actitud de oposición a cuanto se enseña en nombre de la Iglesia. Ante las resistencias que encuentra quien se dedica a la catequesis, podría verse tentado a echarse atrás. a no exponer el mensaje cristiano con toda su verdad y todas sus exigencias de vida, y a limitarse a algunos puntos más fáciles de admitir. Entonces precisamente debe acordarse de que está encargado de una enseñanza que le supera y debe esforzarse por proponerla como la ha recibido; sobre todo ha de tener conciencia de que en su tarea catequética dispone de una fuerza divina que le hace capaz de transmitir su fe, y que en el corazón de sus oyentes el Espíritu Santo hace que penetre la palabra en la medida en que ésta es fiel a la verdad que debe expresar.
4. El problema de la catequesis es un problema de fe. ¿Quién hubiera pensado en los orígenes de la Iglesia que un reducido número de discípulos de Jesús iba a poder emprender la obra de evangelizar y catequizar a la humanidad entera? Y, sin embargo, así fue: ya desde el principio el mensaje cristiano consiguió penetrar en la mentalidad de un gran número de hombres. Lo que hizo la gracia entonces, y luego a lo largo de los siglos sin cesar, lo sigue realizando también hoy.
Por tanto, la catequesis cuenta con la potencia de la gracia para transmitir a los niños y adultos el don integral de la fe. Todo catequista tiene el encargo de comunicar el mensaje cristiano entero, y del mismo Cristo recibe la capacidad de cumplir plenamente esta misión.
Saludos
Y ahora, junto con mis mejores deseos de felicidad en la paz y la gracia del Señor para el año que está comenzando, presento mi cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española.
Saludo especialmente al grupo de Religiosas Hijas de Jesús que hacen su Tercera Probación. Vivid con alegría y generosidad vuestra vocación de entrega a Dios y de servicio los hermanos. Igualmente saludo al grupo «Tierra Santa» procedente de Argentina.
A todos los peregrinos procedentes de los diversos países de América Latina y de España, imparto de corazón mi bendición apostólica
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