VISITA PASTORAL A LA PARROQUIA ROMANA
DEL NIÑO JESÚS, EN SACCOPASTORE
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
Domingo 8 de febrero de 1998
1. «No temas: desde ahora, serás pescador de hombres» (Lc 5, 10). El pasaje evangélico de hoy nos narra la vocación de Simón Pedro y de los primeros Apóstoles. Después de haber hablado a la multitud desde la barca de Simón, Jesús les pide que se alejen de la costa para pescar. Pedro replica manifestando las dificultades que habían encontrado la noche anterior, durante la cual, aun habiendo bregado, no habían logrado pescar nada. Sin embargo, se fía del Señor y realiza su primer gesto de confianza en él: «Por tu palabra, echaré las redes» (Lc 5, 5).
El sucesivo prodigio de la pesca milagrosa es un signo elocuente del poder divino de Jesús y, al mismo tiempo, anuncia la misión que se confiará al Pescador de Galilea, es decir, guiar la barca de la Iglesia en medio de las olas de la historia y recoger con la fuerza del Evangelio una multitud innumerable de hombres y mujeres procedentes de todas las partes del mundo.
La llamada de Pedro y de los primeros Apóstoles es obra de la iniciativa gratuita de Dios, a la que responde la libre adhesión del hombre. Este diálogo de amor con el Señor ayuda al ser humano a tomar conciencia de sus límites y, a la vez, del poder de la gracia de Dios, que purifica y renueva la mente y el corazón: «No temas: desde ahora, serás pescador de hombres». El éxito final de la misión está garantizado por la asistencia divina. Dios es quien lleva todo hacia su pleno cumplimiento. A nosotros se nos pide que confiemos en él y que aceptemos dócilmente su voluntad.
2. ¡No temas! ¡Cuántas veces el Señor nos repite esta invitación! Sobre todo hoy, en una época marcada por grandes incertidumbres y miedos, estas palabras resuenan como una exhortación a confiar en Dios, a dirigir nuestra mirada hacia él, que guía el destino de la historia con la fuerza de su Espíritu, no nos abandona en la prueba y asegura nuestros pasos en la fe.
Amadísimos hermanos y hermanas, dejad que esta íntima convicción impregne vuestra existencia. Dios llama a todos los creyentes a que lo sigan; les pide que se conviertan en cooperadores de su proyecto salvífico. Como Simón Pedro, también nosotros podemos proclamar: «Por tu palabra, echaré las redes ». ¡Por tu palabra! Su palabra es el Evangelio, mensaje perenne de salvación que, si se acoge y vive, transforma la existencia. El día de nuestro bautismo nos comunicaron esta «buena nueva», que debemos profundizar personalmente y testimoniar con valentía.
La misión ciudadana, que ya ha entrado en el centro de su celebración, pide a todos los cristianos que proclamen el Evangelio con la palabra, pero sobre todo con la coherencia de su vida. En esta extraordinaria empresa apostólica sentid el apoyo incesante de Jesucristo, nuestro Señor, el primer misionero, enviado por el Padre al mundo.
3. Queridos hermanos y hermanas de la parroquia del Niño Jesús, en Saccopastore, me alegra estar hoy en medio de vosotros y visitar vuestra hermosa iglesia. A todos os saludo con afecto: al cardenal vicario, al obispo auxiliar del sector, a vuestro joven párroco, don Antonino De Siati, y a los sacerdotes que colaboran con él, así como a las religiosas de la Caridad de Santa Juana Antida, que viven en estrecho contacto con las obras parroquiales y prestan un generoso servicio a los numerosos ancianos y enfermos de la comunidad. Saludo, asimismo, a cuantos participan más directamente en la vida de la parroquia y a los numerosos grupos de formación, servicio y apostolado, y en particular a las personas y a las familias de origen filipino, que desde hace algún tiempo se reúnen semanalmente aquí para la celebración litúrgica festiva.
Sé que hay muchos ancianos en vuestra comunidad. A ellos en particular, como a todos los ancianos de Roma, los saludo con afecto, y los invito cordialmente a la oración constante y confiada por sus propias necesidades y por el éxito de la misión ciudadana. Amadísimos hermanos y hermanas, vuestro testimonio de fe ha de ser para todos, pero especialmente para los jóvenes, un ejemplo de cómo se debe acoger a Cristo en la propia vida.
Me congratulo con los colaboradores, religiosos y laicos, por las iniciativas de caridad y socialización promovidas en la parroquia. Os honra la solidaridad concreta que manifestáis hacia cuantos tienen necesidades, tanto en vuestro territorio como lejos de aquí. Me refiero a las diversas iniciativas de caridad que realizáis, como el apoyo a una leprosería de África central, la ayuda a las poblaciones damnificadas por el terremoto de las regiones centrales italianas y vuestro vínculo fraterno con el instituto Lido dei Pini. Continuad vuestro esfuerzo, con el espíritu del Verbo de Dios que, al encarnarse, vino al encuentro de todos y a cada uno trajo la salvación.
4. Vuestra comunidad es numerosa; surge cerca de un recodo del río Aniene y está situada en la zona denominada Saccopastore. Hasta la década de 1930, los pastores venían aquí desde los Abruzos para pasar los meses de invierno con sus rebaños. Después, dado el progresivo asentamiento de muchas familias, comenzó la actividad litúrgica en una capillita, dedicada al Niño Jesús, que constituyó en la zona el primer lugar de culto y reunión. El título de esa capilla, elegido por la gente de entonces con referencia a la inauguración que había tenido lugar en la víspera de Navidad de 1952, pasó luego a la parroquia, erigida jurídicamente en 1957. Aquí han trabajado con gran celo diversos sacerdotes, entre los cuales quisiera recordar al primer párroco, monseñor Giuseppe Simonazzi, cuyo recuerdo está aún vivo.
El nombre de vuestra parroquia hace referencia al misterio del Verbo encarnado, a Dios, que vino a poner su morada entre nosotros para salvar y redimir a todo el hombre y a todos los hombres: los de ayer, los de hoy y los de las generaciones futuras. Se trata del misterio de la elevación del tiempo humano a la dimensión divina, en sí misma trascendente y eterna. Este es también el contenido del jubileo del año 2000. Jesús, Dios hecho hombre, es el único Salvador. A él dirigimos nuestra mirada, mientras nos acercamos a la histórica meta del comienzo del tercer milenio. Os exhorto a prepararos con esta disposición interior para el acontecimiento jubilar.
5. «Aquí estoy, mándame» (Is 6, 8). El relato de la vocación de Isaías, que hemos escuchado en la primera lectura, subraya la pronta respuesta del profeta a la llamada del Señor. Después de contemplar la santidad de Dios y tomar conciencia de las infidelidades del pueblo, Isaías se prepara para la ardua misión de exhortar al pueblo de Israel a cumplir los grandes compromisos de la alianza, con vistas a la venida del Mesías.
Como sucedió con el profeta Isaías, proclamar la salvación implica para cada creyente redescubrir ante todo la santidad de Dios. «Sanctus, sanctus, sanctus», fórmula que se repite en toda celebración eucarística. Quien se encuentra con un cristiano debe poder vislumbrar en él, a pesar de la inevitable fragilidad humana, el rostro santo del Altísimo.
La Virgen, morada del Espíritu Santo, nos obtenga el don de una constante adhesión a la llamada divina, y nos ayude especialmente a confiar en él en toda circunstancia, para que podamos colaborar totalmente en su obra de salvación. Amén.
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