CARTA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL OBISPO DE MAGUNCIA CON OCASIÓN DEL 800 ANIVERSARIO
DE LA MUERTE DE SANTA HILDEGARDA
A nuestro venerable hermano
cardenal de la Santa Iglesia Romana
Hermann Volk,
obispo de Maguncia.
Luz de su gente y de su época. Santa Hildegarda, por sobrenombre Bingense, brilla con más fulgor en la actualidad, ya que se celebra el 800 aniversario desde que, con santa muerte, para reinar con Dios en la vida sempiterna, salió de este mundo, de cuya perversidad y malicia estuvo alejada, pero al que reportó innumerables beneficios, apremiada por la caridad de Cristo. Participamos, pues, muy gozosamente en esta conmemoración de su aniversario con cuantos admiran y veneran a esta mujer excepcionalmente ejemplar, y te rogamos, venerable hermano nuestro, en los confines de cuya diócesis ella vivió largo tiempo, y donde se separó de las cosas terrenas, que seas intérprete y mensajero de nuestros sentimientos.
Nadie ignora que la primera alabanza con que está adornada esta flor de Alemania es la santidad de vida: cuando era niña de 8 años, fue encomendada para su instrucción a las monjas, y ella misma comenzó inmediatamente el camino de la vida religiosa que recorrió con celo y fidelidad; reunió compañeras que adoptaron la misma resolución, fundó nuevos monasterios desde donde se propagó felizmente "el buen olor de Cristo" (cf. 2 Cor 2, 15).
Enriquecida con peculiares dones sobrenaturales desde su tierna edad, Santa Hildegarda profundizó en los secretos de la teología, medicina, música y otras artes, y escribió abundantemente sobre ellas, poniendo de manifiesto la unión entre la redención y el hombre.
Amó exclusivamente a la Iglesia: ardiendo en este amor, no dudó en salir de los claustros del monasterio, para encontrarse, como intrépida defensora de la verdad y de la paz, con prelados, autoridades civiles y con el mismo emperador, e incluso habló a multitudes de hombres.
Ella, que aunque siempre débil de salud, pero muy vigorosa en fuerzas espirituales y verdaderamente "mujer fuerte", fue llamada en otro tiempo "profetisa de Alemania", en la conmemoración de este aniversario parece hablar perentoriamente a los fieles cristianos de su estirpe y a los demás. La vida y la obra de esta Santa esclarecida enseñan que la unión con Dios y el cumplimiento de la voluntad divina son los dones que se deben buscar con mayor cuidado, sobre todo por aquellos que han elegido una vida más exigente en el estado religioso: es conveniente dirigirles las palabras de Santa Hildegarda: "Mirad y recorred el camino recto" (Epist. CXL; PL 197, 371). Los fieles cristianos deben sentirse impulsados a poner en práctica, en esta época, el mensaje del Evangelio. Además, esta maestra, llena de Dios, enseña que el mundo sólo puede ser comprendido y regido rectamente si se lo considera como criatura del Padre amoroso y providente que está en los cielos. Finalmente, el cuidado que ella mostró como sierva infatigable del Salvador para con las almas y cuerpos de sus coetáneos, impulsará a los hombres actuales de buena voluntad a ayudar en la medida de sus fuerzas a los hermanos y hermanas que se encuentran necesitados.
Rogando con gran interés a Dios para que en la solemne conmemoración de Santa Hildegarda se recoja gran abundancia de frutos espirituales, a ti, venerable hermano nuestro, a los demás obispos, :sacerdotes y fieles que acudirán para honrar a esta Santa, os impartimos con mucho gusto la bendición apostólica, testimonio de nuestro amor.
Vaticano, 8 de septiembre del año 1979, I de nuestro pontificado.
IOANNES PAULUS PP. II
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana