VISITA A LA CASA CENTRAL DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS
SALUDO DEL PAPA JUAN PABLO II
A ALGUNOS GRUPOS DE RELIGIOSAS
Sábado 21 de noviembre de 1981
(Juan Pablo II tuvo un encuentro con las religiosas Carmelitas de la Caridad, que en un aula del edificio estaban celebrando esos días el capitulo general, y les dirigió en castellano esta breve alocución. En inglés el Santo Padre saludó a las Misioneras del Corazón Inmaculado de María, que participaban en un cursillo sobre catequesis celebrado también esos días en la casa generalicia de los Hermanos.)
Me alegro de poder encontrar también, durante mi visita a esta casa, a los miembros del Capítulo General de las Religiosas Carmelitas de la Caridad.
Sé que estáis trabajando, queridas hermanas, en la última revisión de las Constituciones, que habrán de ser aprobadas por la Santa Sede, y en la elaboración de las líneas programáticas para los próximos años.
No dudo que querréis llevar a cabo este esfuerzo en plena fidelidad a las claras normas que os dejó vuestra Fundadora Santa Joaquina Vedruna y a los documentos del Concilio Vaticano II y de la Sede Apostólica sobre la vida religiosa. A este propósito deseo insistiros en buscar en profundidad vuestra identidad propia como almas consagradas a Dios y a la Iglesia, como seguidoras ante todo del ejemplo de Cristo pobre, casto y obediente. Este debe ser vuestro punto de partida, que inspire toda vuestra actuación, individualmente y como miembros de un Instituto apostólico.
Y para que vuestras tareas de educación cristiana –una función que no ha perdido actualidad en el mundo de hoy– y de ayuda al enfermo o necesitado tengan sólido fundamento y garantía de eficacia perdurable, llenaos en la oración personal y comunitaria de los criterios del Evangelio, que por encima de criterios humanos o sociológicos, os configuren interior y exteriormente. Así os necesita la Iglesia y el mundo actual: portadoras de valores y motivaciones superiores, eternas.
En ese compromiso eclesial, sabed que os acompañará mi oración, mi afectuoso aliento y mi cordial Bendición.
Saludo también con afecto a las Hermanas Guadalupanas de la Salle aquí presentes. Os aliento a proseguir en vuestra vida consagrada y doy a vosotras y a los miembros de vuestro Instituto mi especial Bendición.
Saludo muy cordialmente a las religiosas Misioneras del Inmaculado Corazón de María, que están aquí presentes. Representáis a una congregación numerosa que ha hecho mucho para llevar la Buena Noticia de Jesús a quienes no la han oído nunca. Que continúe proclamando de palabra y obra el Evangelio en su pureza y esplendor, de modo que se puedan aplicar de verdad a todos sus miembros estas palabras de la Escritura: "Qué hermosos son los pasos de los que predican la buena noticia". Pido a Dios que os ayude siempre y os guíe e inspire en el servicio celoso y cumplido de Nuestro Señor Jesucristo. En su nombre os bendigo a todas.
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