DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II
AL NUEVO EMBAJADOR DE COLOMBIA ANTE LA SANTA SEDE*
Viernes 3 de julio de 1985
Señor Embajador,
Me es sumamente grato recibir las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Colombia ante la Santa Sede. Viene Usted a ocupar un puesto en la sucesión de los representantes de su noble País en la encomiable misión de mantener y estrechar las relaciones entre la Sede Apostólica y la Nación colombiana. Deseo darle la más cordial bienvenida, a la vez que le aseguro mi benevolencia en el desempeño de las actividades que hoy comienza.
Agradezco las expresivas palabras que ha tenido a bien dirigirme, con las que Vuestra Excelencia ha querido poner de manifiesto los buenos propósitos que le animan en el cumplimiento de la importante misión que le ha sido confiada. Agradezco de modo especial que haya querido reiterarme la invitación que en su día me hiciera tan amablemente el Señor Presidente Belisario Betancur a visitar la amada Colombia.
Me complace haber escuchado el empeño de su Gobierno por construir sólidos fundamentos para una pacífica convivencia ciudadana como fruto de la justicia. En efecto, en nuestros tiempos se hace cada vez más urgente ir a las raíces de las causas que originan tensiones y conflictos internos que pueden poner seriamente en peligro la estabilidad y el ordenado desarrollo de la sociedad.
Puedo asegurarle que la Iglesia continuará apoyando, en el ámbito de la misión que le es propia, todas las iniciativas y esfuerzos encaminados al afianzamiento y progreso de los valores que edifican el auténtico humanismo integral. Esta Iglesia, experta en humanidad, renueva su empeño en las diversas partes del mundo y, particularmente, en América Latina, por continuar su labor evangelizadora y de defensa de los derechos humanos, invitando a los cristianos a comprometerse en la construcción de un mundo más justo, fraterno y habitable que no se cierra en sí mismo, sino que se abre a Dios.
En efecto, el progreso y el bienestar integral del hombre no siempre están en relación directa con el desarrollo material y económico de los pueblos. De aquí la necesidad de establecer unas prioridades que coloquen los valores morales y espirituales en su justa preeminencia para así mejor servir a la persona en su totalidad y en vista de su destino eterno.
En este sentido, la Iglesia en Colombia continuará, conforme a su misión de orden espiritual, sirviendo sin descanso al hombre, que es a la vez ciudadano e hijo de Dios. Los Pastores, sacerdotes, y familias religiosas no ahorrarán esfuerzos en su opción por el hombre, visto en su integridad y sin exclusivismos, continuando así aquella llamada de esperanza hacia metas más cristianas y más humanas señaladas por la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que el Papa Pablo VI inauguró durante su histórica visita apostólica a Colombia. Siempre fiel a su misión de llevar el mensaje de salvación a todos los hombres, la Iglesia pone todo su empeño en promover todo lo que signifique defensa de la dignidad de la persona humana y promoción del individuo, de la familia y de la sociedad.
Ya en las proximidades de cumplirse el V Centenario del comienzo de la Evangelización de América Latina, hago votos para que los hijos de la amada Nación colombiana, fieles a sus tradiciones más nobles y a sus raíces cristianas, caminen por la vía de la reconciliación y de la fraternidad en un esfuerzo común por lograr, mediante el diálogo y los medios pacíficos, la superación de posibles desequilibrios y de intereses contrapuestos.
Señor Embajador: antes de concluir este encuentro quiero expresarle mis mejores deseos por el feliz éxito de la importante misión que hoy inicia. Quiera hacerse intérprete ante el Señor Presidente, Autoridades y pueblo colombiano del más deferente y cordial recuerdo del Papa.
Reiterándole las seguridades de mi estima y apoyo invoco sobre Vuestra Excelencia, sus familiares y todos los amadísimos hijos de Colombia abundantes y escogidas gracias del Altísimo.
*AAS 78 (1986), p. 149-151.
Insegnamenti di Giovanni Paolo II, vol. VIII, 2 1985 pp.79-81.
L'Attività della Santa Sede 1985 pp. 575-576.
L’Osservatore Romano 6.7.1985 p.5.
L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, n. 28, p.21.
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