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PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A COLOMBIA

CEREMONIA DE DESPEDIDA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

Aeropuerto «Ernesto Cortissoz» de Barranquilla
Lunes 7 de julio de 1986

 

Señor Presidente de la República,
amados hermanos en el Episcopado,
autoridades,
queridísimos colombianos todos:

1. Llega el momento de poner fin a esta visita pastoral que, en el nombre del Señor, he tenido el gozo de realizar, cumpliendo así mi ferviente deseo, como Pastor de la Iglesia universal, de encontrarme con los hijos e hijas de la noble Colombia.

Han sido siete jornadas de intensa comunión en la fe y en la caridad, durante las cuales he tenido ocasión de sentir la presencia de una Iglesia y de una sociedad viva e ilusionada que, con su confianza puesta en Dios, mira esperanzada hacia el futuro.

En nuestros encuentros de oración y celebraciones eucarísticas, he querido llevar a cabo el mandato recibido de Jesucristo de confirmar a mis hermanos en la fe (cf. Lc 22, 32). 

Han sido jornadas de gracia que a todos nos han enriquecido. Me acompañarán siempre en el recuerdo y en la plegaria inolvidables momentos, lugares y personas que me han hecho apreciar los valores más genuinos, humanos y cristianos del alma noble de Colombia.

2. Doy gracias a Dios porque he encontrado aquí una Iglesia llena de vitalidad, rebosante de generosidad, unida en la caridad, bien organizada y sobre todo bien anclada en los fundamentos, en la doctrina y las normas que le dio su divino Fundador. Esta es la base necesaria y la garantía segura para lanzarse a una nueva evangelización que, por medio de las celebraciones del V centenario de la primera evangelización, prepara a Colombia, como a toda América Latina —continente de la esperanza—, a entrar gallarda y decididamente, con la lámpara de la fe irradiando luz y calor, en el tercer milenio del cristianismo.

Sois una nación católica. No dejéis debilitar el orgullo legítimo ni mermar la responsabilidad que ello entraña. Los insoslayables problemas que tanto os preocupan, afrontadlos con clarividencia, con espíritu de fraternidad, con plena colaboración por parte de todos y principalmente con la mirada puesta en Dios, cuya ayuda no os ha de faltar.

¡Adelante! El Papa se va, pero queda con vosotros. El Papa os conforta, os anima, quiere estar a vuestro lado, quiere acompañaros por los difíciles caminos que tendréis que recorrer: ¡Animo!, pueblo colombiano. Quiero animaros especialmente a vosotros, jóvenes, que tenéis en las manos el futuro de vuestro país. ¡Adelante siempre, “con la paz de Cristo”!

Me he sentido feliz entre vosotros. He apreciado mucho vuestra proverbial hospitalidad, vuestra acogida siempre cordial; vuestro entusiasmo. Me habéis abierto sin reservas las puertas de vuestras casas y de vuestros corazones. Ahora, en el momento de la despedida, os repito la exhortación que hice al comienzo de mi pontificado: ¡No tengáis medio! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo! ¡Acoged su mensaje de paz! ¡Dejaos reconciliar por Dios!

3. Deseo expresar mi más profundo agradecimiento al Señor Presidente de la República y a todas las autoridades de la nación, de las que he recibido continuas pruebas de cortesía y atención en los lugares por los que he pasado. Que el Señor sostenga y premie los esfuerzos que realizan para asegurar a su patria un porvenir de paz, justicia y bienestar.

Gracias a los obispos de Colombia. ¡Cómo me he sentido dichoso compartiendo con vosotros estos días! Pido al Pastor de los Pastores que os mantenga siempre tan unidos, tan generosos, tan entregados a vuestros sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y fieles en cada una de vuestras Iglesias locales. Al regresar a las diócesis llevad a todos el eco de mi saludo de despedida. Mi agradecimiento va también a las numerosas personas y entidades que con tanta dedicación y desprendimiento han colaborado eficazmente en la preparación y desarrollo de mi visita pastoral.

Una palabra de gratitud igualmente a los informadores por el encomiable esfuerzo realizado en prensa, radio y televisión para informar sobre los diversos encuentros que se han llevado a cabo durante mi estancia en Colombia.

Mi última mirada desde este extremo del país se dirige a la Virgen de Chiquinquirá, en cuyo santuario la invoqué con las palabras de Isabel: “Dichosa tú, que has creído”. Hoy, desde Barranquilla, recojo las mismas palabras para referirlas a ti, Colombia: “Dichosa tú, que has creído”. La fe cristiana es parte de tu alma nacional, es tesoro de tu cultura, es aliento en tus jóvenes, es dinamismo en tus dificultades, es serenidad en tus hogares. Que esa fe cristiana siga iluminando y corroborando en la paz, en la justicia, en el amor recíproco a los hijos de Colombia.

¡Hasta siempre, Colombia!

 



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