DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE FUNCIONARIOS
DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS*
Lunes 18 de junio de 1990
Señoras y señores:
Me es grato dar la bienvenida a los distinguidos funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas y a sus organismos asociados que participan en el “Inter-Agency Meeting on Language Arrangements, Documentation and Publication”, que se celebra durante esta semana en Roma. Espero que esta reunión les ayude en su importante tarea de coordinar las comunicaciones y colaboraciones entre los varios organismos especializados dentro del sistema de las Naciones Unidas.
Merced a su experiencia en la administración de los aspectos técnicos de las comunicaciones entre pueblos de lenguas y fundamentos culturales diversos, ustedes son conscientes de la paciencia y perseverancia que requiere un diálogo auténtico. Desde la época de su fundación, en las circunstancias que derivaron de la segunda guerra mundial, y durante todo el período de la historia marcado por conflictos globales sin precedentes, la Organización de las Naciones Unidas ha intentado construir pacientemente canales para una comunicación efectiva y un diálogo en el contexto de la comunidad internacional. En este momento en que las realidades geopolíticas cambian velozmente, dicha tarea es esencial para el desarrollo de una nueva solidaridad entre las naciones y los pueblos, basada en el respeto a la dignidad y a los derechos fundamentales de la persona humana, que pueda proporcionar un fundamento moral y garantías seguras de una paz justa y duradera en nuestro mundo.
Señoras y señores, ante ustedes expreso una vez más mi esperanza de que “en vista de su carácter universal, la Organización de las Naciones Unidas jamás deje de ser el forum, el alto tribunal en el que todos los problemas del hombre sean valorados en la verdad y la justicia” (Discurso a la Asamblea general de las Naciones Unidas, 2 de octubre de 1979, n. 7).
Mientras ustedes buscan cooperar en esta noble empresa, aportando sus conocimientos técnicos, les aseguro que la Iglesia mira a la Organización de las Naciones Unidas con confianza y apoyo, y con una gran esperanza de que desempeñe un papel cada vez más efectivo en el desarrollo de la civilización de la paz y el respeto a los derechos humanos en todo el mundo. Invoco para todos ustedes y sus deliberaciones en el curso de esta semana la abundante bendición de Dios todopoderoso.
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n.28, p.8.
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