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VIAJE APOSTÓLICO A ESPAÑA

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN
DE LA «RESIDENCIA SAN RAFAEL»

Dos Hermanas, Sevilla
Domingo 13 de junio de 1993

 

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Nos hemos reunido en esta Residencia San Rafael, de Dos Hermanas, como el último acto del XLV Congreso Eucarístico Internacional, que nos ha congregado en Sevilla para “ poner de relieve... el lugar central de la Eucaristía en la vida de la Iglesia y en su misión ” evangelizadora  (Pontificii Comitatus Eucharisticis Internat. Conventibus Provehendis, Statuta, 15).

Ante el mundo hemos proclamado a Cristo, luz de los pueblos. Hemos reflexionado sobre el tema del Congreso: Eucaristía y evangelización. En efecto, evangelizar, constituye la misión y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Se trata de “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la humanidad misma” (Evangelii nuntiandi, 18).

2. La Eucaristía es la gran escuela del amor fraterno. Quienes comparten frecuentemente el pan eucarístico no pueden ser insensibles ante las necesidades de los hermanos, sino que deben comprometerse en construir todos juntos, a través de las obras, la civilización del amor. La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos; sí, la Eucaristía nos reconcilia y nos une; no cesa de enseñar a los hombres el secreto de las relaciones comunitarias y la importancia de una moral fundada sobre el amor, la generosidad, el perdón, la confianza en el prójimo, la gratitud. En efecto, la Eucaristía, que significa acción de gracias, nos hace comprender la necesidad de la gratitud; nos lleva a entender que hay más alegría en dar que en recibir; nos impulsa a dar la primacía al amor en relación con la justicia, y a saber agradecer siempre, incluso cuando se nos da lo que por derecho nos es debido.

3. Como parte integrante de la celebración de los Congresos Eucarísticos Internacionales, la Iglesia quiere dar un testimonio palpable del amor llevando a cabo proyectos de asistencia y ayuda a los hermanos más necesitados. Estas obras de caridad no son algo añadido y ocasional, sino exigencia misma del Sacramento, que ha de llevar a compartir el pan eucarístico y el pan de cada día que Dios ha puesto en la mesa de los hombres.

En efecto, el amor es signo de identidad del cristiano. El amor coherentemente expresado en las buenas obras, es señal y “sacramento” evangelizador, porque “quien ama a su hermano permanece en la luz” (Jn 2, 10), “porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, pues Dios es Amor” (Ibíd., 4, 7-8). Este acto final del Congreso Eucarístico Internacional de Sevilla quiere subrayar precisamente que “la liturgia eucarística y la liturgia de la vida están íntimamente unidas” («Documento-base», Eucharistici coetus ab omnibus nationibus, 26).

4. “Cristo, Luz de los pueblos” es “la luz verdadera que ilumina a todo hombre”(Jn 1, 9 ), pues en Él está la vida y la vida es la luz de los hombres” (cf Ibíd., 1, 4). Esa luz de Cristo es la que brilla en esta casa de San Rafael, que estamos inaugurando, y en todas las obras sociales realizadas con motivo de este Congreso Eucarístico Internacional que acaba de concluir. Esta luz es la que brilla en el “Proyecto Hombre”, en favor de las personas afectadas por la droga; brilla en las residencias de ancianos, en el centro para disminuidos psíquicos, en el grupo de viviendas sociales, en los nuevos templos construidos. Por todo ello, deseo expresar mi gratitud más profunda, en nombre de la Iglesia y de los más necesitados, por la realización de estas obras, que significan que la luz de la caridad de Cristo ha llegado a vosotros y queréis compartirla generosamente con vuestros hermanos.

Nuestra sociedad no puede sentirse tranquila y satisfecha ante la situación de tantos hermanos que no cuentan con lo necesario para una vida auténticamente digna. No obstante el indudable progreso que se ha registrado en muchos campos, no podemos cerrar los ojos ante los graves problemas sociales de hoy, como es el fenómeno creciente del paro, que está sumiendo a muchas familias en situaciones angustiosas y que plantea una problemática que va más allá de los procesos y mecanismos estrictamente económicos para situarse en una perspectiva ética y moral.

5. Por ello, con deferencia y respeto, deseo dirigirme a quienes desempeñan responsabilidades públicas en bien de la comunidad, a un renovado esfuerzo en favor de la justicia, la libertad y el desarrollo. Que dediquen lo mejor de sí en potenciar los valores fundamentales de la convivencia social: la solidaridad, la defensa de la verdad, la honestidad, el diálogo, la responsable participación de los ciudadanos a todos los niveles. Que el imperativo ético y la voluntad de servicio sean un constante punto de referencia en el ejercicio de sus funciones. Los principios cristianos, que han informado la vida de esta Nación e inspirado muchas de sus instituciones, habrán de ser ineludible punto de referencia en la consecución de metas de mayor progreso integral, e infundirán viva esperanza y nuevo dinamismo que la lleven a ocupar el puesto que le corresponde en Europa y en el mundo.

En esta tarea de construir una nueva sociedad, más rica en humanidad y valores transcendentes, un papel importante lo desempeñan los representantes del mundo de la cultura, a quienes animo a aunar voluntades e impulsar el trabajo creador para afrontar los retos con que se enfrenta España en el momento actual. En este sentido, no podemos olvidar al mundo laboral. Por ello, a los trabajadores y empresarios –desde sus respectivas responsabilidades en la sociedad– no puedo por menos de exhortarles a la solidaridad efectiva: haced todo lo que esté en vuestras manos para luchar contra la pobreza y el paro, humanizando las relaciones laborales y poniendo siempre a la persona humana, su dignidad y derechos, por encima de los egoísmos e intereses de grupo.

6. La Iglesia de ayer, de hoy y de siempre, se renueva por la vida del Espíritu que la anima y fortalece. En los umbrales del tercer milenio anuncia una civilización nueva y lo hace ofreciendo el memorial del sacrificio redentor bajo el signo de la esperanza hasta que el Señor vuelva. Pero mientras permanece a la espera, celebrando “las maravillas de Dios” (cf Hch 2, 11), el creyente no puede desentenderse de sus hermanos los hombres, de su vida, de su dolor y de sus legítimas aspiraciones. Como he señalado en la encíclica Sollicitudo Rei Socialis, “quienes participamos en la Eucaristía estamos llamados a descubrir, mediante este sacramento, el sentido profundo de nuestra acción en el mundo en favor del desarrollo y de la paz; y a recibir de él las energías para empeñarnos en ello cada vez más generosamente, a ejemplo de Cristo, que en este sacramento da la vida por sus amigos” (Sollicitudo Rei Socialis, n. 25).

Que la Santísima Virgen María, a quien honráis en esta villa de Dos Hermanas con la antigua advocación de Valme, nos ayude con su intercesión gloriosa para que en todas nuestras obras resplandezca la luz de Cristo.

Tiene esta Casa, este lugar un nombre muy hermoso: San Rafael. Sabemos quién es y quién era, quién es San Rafael. Que sea también para vosotros un guía, un guía bueno, como lo era para el Santo Tobías, en el Antiguo Testamento.

Muchas gracias.  



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