DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA VISITA OFICIAL
DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE MALTA*
Sábado 4 de febrero de 1995
Señor Presidente:
1. Me complace darle una cordial bienvenida con ocasión de esta primera visita oficial suya, que me brinda la oportunidad de expresar el respeto y la estima de la Santa Sede hacia su persona y el amado pueblo maltés. Saludo cordialmente, además, a su esposa y a todos los ilustres miembros de su séquito.
Conservo en mi corazón un profundo recuerdo de la visita pastoral que realicé a Malta del 25 al 27 de mayo de 1990. En esa feliz circunstancia pude experimentar personalmente, además de la exquisita hospitalidad del pueblo maltés, la profundidad de su fe y la solidez de sus raíces cristianas.
En efecto, se trata de raíces antiguas, que se remontan hasta los tiempos apostólicos. Es sabido que el anuncio del Evangelio llegó a esa isla por obra del propio apóstol Pablo, quien desembarcó en ella en circunstancias dramáticas, durante su viaje a Roma (cf. Hch 27, 39-44).
2. Ese primer encuentro providencial entre el Cristianismo y los habitantes del lugar manifestó inmediatamente su «humanidad poco común», como se lee en el relato de los Hechos de los Apóstoles (cf. 28, 2). A ese patrimonio de humanidad, que la levadura evangélica ha hecho madurar plenamente, el pueblo maltés ha recurrido cada vez que ha debido afrontar momentos especialmente difíciles y delicados.
La solidez moral y los grandes ideales de su pueblo, Señor Presidente, están simbolizados muy bien en la propia configuración natural de la isla, cuyas riberas resisten en el trascurso de los siglos a la violencia de los vientos del cielo y de las olas del mar. A ese rico patrimonio de historia y civilización humana y cristiana hay que recurrir también hoy, para responder con seguridad y superar esas vicisitudes y adversidades, que afectan también a los hombres de nuestro siglo en el umbral del tercer milenio.
La Isla de Malta tiene una vocación particular para ser ocasión de contacto y de comprensión recíproca entre las diversas naciones y culturas de la cuenca del Mediterráneo. Lugar histórico de encuentro entre áreas heterogéneas, situada como está en el centro de las líneas que unen idealmente Europa con África y con Oriente Medio, también en nuestro tiempo la República de Malta puede dar una aportación significativa al diálogo y a la comprensión entre los pueblos mediterráneos.
En un momento delicado como éste, en el que están realizándose esfuerzos generosos por alcanzar soluciones honorables y estables de paz en Oriente Medio y en los Balcanes, estoy seguro de que Malta no dejará de brindar su contribución específica a la creación del clima necesario de respeto y colaboración entre todas las partes implicadas. Esa contribución será tanto más eficaz, cuanto más imbuida esté por los valores propios de la identidad nacional, tal como se encarnan en la tradición viva del pueblo maltés.
3. Frente a los desafíos actuales, el patrimonio cristiano, que el pueblo maltés ha heredado de la historia y asimilado vitalmente en sus tradiciones, sigue ofreciendo aún los puntos de referencia más seguros para llegar a soluciones adecuadas y duraderas. En particular, se trata de defender a las nuevas generaciones de los falsos espejismos de una cultura hedonista y consumista, difundida a menudo por los medios de comunicación social.
Me agrada saber que en Malta se está llevando a cabo un esfuerzo apreciable por promover un desarrollo mayor de la Isla y una distribución más justa del bienestar entre todos sus ciudadanos. Sin embargo, para lograr ese fin, es necesario que no se sacrifiquen los valores morales y espirituales. Una expresión significativa de esos valores es la gran estima que se tiene a la familia en la cultura maltesa. La representación maltesa dio un testimonio claro de esa estima durante la reciente Conferencia de El Cairo. Es preciso proseguir por este camino, protegiendo la institución familiar frente a los múltiples desafíos de nuestro tiempo.
4. Deseo expresar mi vivo aprecio por la feliz conclusión de las negociaciones entre el Gobierno de Malta y la Santa Sede, en las que han participado siempre los obispos de Malta y de Gozo. Los cinco acuerdos firmados han solucionado importantes cuestiones, poniendo en marcha una colaboración actualizada y sana entre el Estado y la Iglesia, dentro del respeto de sus competencias específicas, en sectores que atañen no sólo a las personas y a las familias, sino también a la sociedad entera. Dichos sectores son: la enseñanza y la educación religiosa en las escuelas estatales; el servicio que las escuelas católicas prestan a toda la sociedad; la contribución que la Facultad de Teología Católica, mediante su incorporación a la Universidad, da a la promoción de la identidad cultural de Malta; la armonización entre la dimensión civil del estado conyugal y la que surge, no sólo a nivel personal sino también social, del matrimonio celebrado ante la Iglesia; y una utilización más adecuada de las propiedades inmobiliarias de las instituciones eclesiásticas.
Se trata de acuerdos que, a pesar del carácter específico y necesario de sus contenidos, quieren reflejar y aplicar, de modo correcto y fructífero, algunos principios esenciales en las relaciones entre Iglesia y Estado en asuntos de interés común. Entre otras cosas, esos acuerdos están destinados a evitar posibles tensiones, e incluso conflictos de conciencia en los católicos, y a favorecer que personas, familias, grupos y el entero cuerpo eclesial contribuyan con importantes energías al desarrollo de la comunidad civil.
A todos resultan evidentes las ventajas que pueden brotar de la vida democrática de un país cuando, con el debido respeto a la libertad de conciencia de cada ciudadano, se concede ordenadamente espacio a presencias que promueven valores humanos fundamentales, sobre todo si constituyen el tejido conectivo de la identidad histórico-cultural de un pueblo.
5. El clima de atención y de estima recíproca que caracteriza las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno de Malta contribuirá, sin lugar a dudas, a lograr ese objetivo. Me complace expresar el deseo de que el acuerdo actual se intensifique, favoreciendo una cooperación amistosa entre la comunidad cristiana y la realidad civil, en el respeto de sus competencias recíprocas.
A la vez que le reitero a usted, Señor Presidente, y a sus ilustres acompañantes, mi satisfacción y mi gratitud por esta visita, formulo votos a toda la población de la República de Malta por un futuro de paz y serena prosperidad, invocando sobre ella la protección constante de la Virgen María, tan querida de los malteses, y con mucho gusto, les imparto a todos mi bendición.
*L'Osservatore Romano. Edición semanal en lengua española, n. 6, p.11.
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