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DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A MÁS DE CINCUENTA MIL MUCHACHOS
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA


Plaza de San Pedro
Sábado 18 de octubre de 1997

 

Amadísimos muchachos y muchachas de la Acción católica italiana:

1. ¡Bienvenidos a la plaza de San Pedro!

Habéis querido venir a visitar al Papa, al final de vuestro congreso nacional. Muchas gracias por vuestra presencia, que trae alegría y entusiasmo.

He pasado en medio de vosotros para saludaros y bendeciros a todos. Sé que venís de todas partes de Italia. Envío un saludo también a vuestros familiares, que en este momento están espiritualmente unidos a nosotros.

Mi agradecimiento va, en particular, a vuestro presidente nacional, el abogado Giuseppe Gervasio, al asistente general, monseñor Agostino Superbo, a la responsable y al asistente de la ACR (Acción católica de muchachos) a nivel nacional, que han organizado esta hermosa manifestación y, junto con dos representantes vuestros, me han querido expresar los sentimientos de todos.

Saludo a vuestros formadores, que colaboran con generosidad en la maduración humana y cristiana, eclesial y misionera, de los niños y de los muchachos que la Providencia divina regala a la Iglesia en la experiencia apostólica de la ACR. Saludo a los sacerdotes asistentes y a las religiosas presentes, que orientan la vida evangélica acompañando el camino de fe tanto de los muchachos como de los formadores.

También saludo cordialmente a la ministra Rosi Bindi, al alcalde de Roma y al presidente de la región del Lacio, a quienes agradezco su presencia.

2. Queridos muchachos, estáis viviendo este encuentro preparado y esperado desde hace mucho tiempo, en un clima de alegría y fiesta. «Juntos es mayor la fiesta» es el eslogan que habéis escogido y que sintetiza muy bien el mensaje de vuestro encuentro nacional. En él expresáis de forma visible el camino de toda la Iglesia hacia el gran jubileo del año 2000 y anticipáis, de alguna manera, uno de sus aspectos más significativos, diciendo a todos que la fiesta sólo es auténtica cuando se la vive «juntos».

Se trata de la fiesta cristiana, la que nace siempre del encuentro personal con Jesucristo, acogido como amigo y Señor en la experiencia concreta de la Iglesia. Lo hacéis así en vuestros grupos y en vuestras parroquias.

El Señor Jesús es quien colma el corazón de alegría, de su alegría plena y duradera, y de este modo permite la fiesta del encuentro fraterno y solidario con los demás.

Siguiendo a Jesús, único y verdadero Salvador del mundo, vosotros, muchachos, estáis invitados a crecer en el conocimiento y en el amor al Padre celestial y a sembrar gestos concretos de amor y esperanza en los surcos de la vida de cada día. Así podrá continuar vuestro esfuerzo por hacer posible la paz, comenzando por los lugares donde vivís vuestras jornadas: la casa, la escuela, la parroquia, el pueblo, la ciudad, Italia.

Este esfuerzo de paz se extiende luego a vuestros coetáneos que viven situaciones menos favorables en otras naciones de Europa y del mundo. Pienso, por ejemplo, en Sarajevo y en el hermosísimo puente de amistad que habéis construido con los muchachos y las muchachas de Bosnia-Herzegovina.

En la amistad cada vez más intensa con Jesucristo, acrecentáis la comunión de la Iglesia y, con vuestros talentos y según vuestras notables capacidades, os ponéis al servicio de las comunidades cristianas, para que sean cada vez más fieles al Evangelio.

3. Muchachos y muchachas de la Acción católica italiana, el Papa confía en vosotros. Precisamente por eso no duda en invitaros a seguir a Jesús, imitando el ejemplo de los santos. Hoy la Iglesia celebra la fiesta litúrgica de san Lucas evangelista. Seguramente conocéis ya muy bien su evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Profundizad en la palabra de Dios de forma individual y en común. Os ayudará a comprender cada vez mejor vuestra vocación y a transformaros en testigos intrépidos de Jesús.

Hace algunos días recordamos a san Francisco de Asís, patrono de Italia y de la Acción católica italiana. ¡Qué maestro de vida evangélica y qué modelo más concreto de apóstol de Cristo es este gran santo, conocido y venerado en el mundo entero!

Además de este santo, que lo abandonó todo por amor al Señor, quisiera presentaros hoy a una santa, que murió a los veinticuatro años, hace exactamente cien años: santa Teresa del Niño Jesús, que mañana proclamaré doctora de la Iglesia. Ciertamente, en su adolescencia Teresa podía haber sido una magnífica muchacha de la ACR, al menos antes de entrar en el Carmelo. Estaba llena de vitalidad, de fe y de entusiasmo por Jesús y por el Evangelio. Quiso entregarse totalmente a Dios y escogió ser monja carmelita. Su breve existencia se consumó totalmente por el amor a Dios y el deseo de hacer que el mundo entero lo ame. Teresa nos dejó como testamento el camino sencillo y seguro del amor lleno de confianza en Dios. Ella lo llamaba «el caminito», porque es accesible a los que, como dice Jesús, saben hacerse «pequeños», es decir, humildes y sencillos. En efecto, es el camino del abandono confiado en las manos de Dios, contando más con él que con las propias fuerzas. También vosotros, muchachos, desarrolláis vuestra personalidad haciéndoos fuertes y maduros, pero tratad de que vuestro corazón permanezca humilde, puro, «pequeño» frente a Dios y siempre dispuesto a amar a vuestros hermanos: sólo así se entra en el reino de los cielos, donde el mayor es el más pequeño, y el más importante es el servidor de todos.

4. Ahora os quisiera pedir que manifestéis públicamente y repitáis todos a la vez, formando como un coro, los compromisos de la vida cristiana y de la misión, que asumís cada año cuando os afiliáis a la ACR.

Queridos muchachos, sabéis que, por el bautismo, os habéis convertido en hijos de Dios y en piedras vivas de la Iglesia: ¿Queréis cultivar en la oración y en la vida sacramental la intimidad y la amistad con Jesucristo? (Los muchachos responden: Sí).

Sabéis que estáis llamados por el Señor Jesús a transformaros en apóstoles de alegría y constructores de esperanza en la comunidad cristiana: ¿Queréis dar vuestra contribución, personal y de grupo, a la edificación de la Iglesia en las comunidades a las que pertenecéis? (Los muchachos responden: Sí).

Sabéis que estáis llamados, ya desde vuestra adolescencia, a ser testigos generosos de la novedad cristiana: ¿Queréis contagiar con la alegría del Evangelio y con el amor de Cristo a vuestros coetáneos, a vuestros amigos, a vuestras familias, a vuestros pueblos y a vuestras ciudades? (Los muchachos responden: Sí).

5. Queridos muchachos y muchachas, el Espíritu Santo, don del Padre celestial y de Cristo, su Hijo, os ayude a permanecer fieles a estos compromisos y a crecer en la alegría de la amistad cristiana, permitiendo que el Señor realice maravillas en vosotros. Él quiere hacer también de vosotros un don para la Iglesia y para la humanidad entera.

Por esto, os encomiendo a María, la dulce joven de Nazaret, la Madre del Señor y de todos nosotros, para que vele cada día sobre vuestro camino, a lo largo de los senderos de la verdad y de la paz.

Juntos, con Cristo, con María, con los santos y con la ACR, es realmente mayor la fiesta.

A todos vosotros y a vuestras familias imparto una bendición especial.

 



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