DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL COMITÉ ORGANIZADOR DEL FORO «BELÉN»
Viernes 19 de febrero de 1999
Excelencias;
queridos amigos:
Os doy afectuosamente la bienvenida esta mañana a vosotros, miembros del comité organizador del foro internacional «Belén 2000». Saludo en particular al embajador Ibra Deguène Ka, representante permanente de Senegal ante las Naciones Unidas y presidente del Comité, y al señor Kieran Prendergast, subsecretario general para asuntos políticos y representante del secretario general de las Naciones Unidas.
La ciudad de Belén suscita recuerdos que se remontan a la figura del rey David, en la historia del antiguo Israel (cf. 1 S 16, 13). Pero es el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de David, el que da a Belén su lugar único en la mente y en el corazón del mundo. El evangelio de san Lucas narra que en el nacimiento de Jesús los ángeles cantaron himnos de paz en la tierra a todos los hombres de buena voluntad (cf. Lc 2, 14). Y aunque desde entonces la historia de Belén ha estado marcada a menudo por la violencia, la ciudad constituye aún una promesa de paz y una garantía de que la esperanza humana de paz no es vana.
El gran jubileo, que celebrará el segundo milenio del nacimiento de Jesús en Belén, nos invita a mirar con esperanza a un mundo donde la paz sea segura. Todos debemos trabajar por un futuro en el que la paz no sufra amenazas por parte de los adoradores del único Dios, sean cristianos, judíos o musulmanes. En particular, debemos confiar en que es posible construir la paz en Oriente Medio. La promesa de paz hecha en Belén se hará realidad cuando se reconozcan y respeten la dignidad y los derechos de los seres humanos, creados a imagen de Dios (cf. Gn 1, 26).
Ojalá que el trabajo de vuestro Comité ayude a garantizar que el lugar del nacimiento del Aquel «que apacienta al pueblo de Dios» (cf. Mt 2, 6) recuerde a los hombres, en todas partes, que la paz es un don de Dios de lo alto.
Que las bendiciones del Señor os asistan en este noble esfuerzo.
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