DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A UN GRUPO DE EMPLEADOS DEL BANCO DE ITALIA
Sala Clementina
Viernes, 26 de noviembre de 1999
Señor gobernador;
amables señoras y señores:
1. Con alegría os acojo a vosotros, empleados del Banco de Italia, que habéis venido a Roma con vuestros familiares desde las diversas sucursales distribuidas en el territorio italiano. Este encuentro tiene lugar en una circunstancia significativa: celebráis el trigésimo aniversario de vuestro servicio en el Banco de Italia, donde trabajan personas muy cualificadas, cuya actividad reviste gran importancia para la vida económica italiana. Saludo cordialmente al gobernador Antonio Fazio, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Os doy una afectuosa bienvenida a vosotros, miembros de la directiva, del consejo superior y del colegio sindical del Banco de Italia. Saludo, asimismo, a los funcionarios generales, al representante del ministerio del Tesoro, que asiste a las reuniones del consejo superior, y al comandante de los carabineros, encargados de la seguridad del Banco. Por último, saludo a vuestros familiares, que os han acompañado en esta feliz circunstancia.
Vuestra grata visita despierta en mí el recuerdo de la afectuosa acogida que dispensasteis a mis palabras el 27 de enero de 1994, con ocasión del primer centenario de la fundación de vuestro prestigioso Banco. El encuentro de esta mañana me brinda la oportunidad de manifestaros, una vez más, la estima que siento por la institución en la que trabajáis y que aquí representáis.
2. Desde hace algunos años, vuestro Banco ha sentido la exigencia de crear en su interior una interesante oportunidad de reflexión fraterna y encuentro amistoso, que se realiza precisamente en el "Congreso del trigésimo aniversario del trabajo". Esta ocasión, orientada a valorar a cada "festejado" en su específica vivencia humana y profesional, constituye al mismo tiempo un fuerte impulso a los ideales de la ética, de la dignidad y de la solidaridad, que permiten considerar el trabajo no sólo como fuente de sustento, sino también como medio capaz de ennoblecer a la persona. Ojalá que también esta iniciativa contribuya a aumentar en vosotros esa conciencia, para que vuestro compromiso diario se convierta en una generosa y significativa contribución a la construcción de una economía fundada en la recta jerarquía de los valores, en cuya cima está siempre la dignidad de la persona.
La nueva tarea que la nación italiana y Europa confían hoy al Banco de Italia, como cualificada participación en el sistema europeo de los bancos centrales, atribuye singular importancia al "Congreso del trigésimo aniversario del trabajo". Las cuestiones económicas y financieras dependen en gran parte de las opciones realizadas en los bancos centrales y, en definitiva, de la calidad de las personas que trabajan en ellas, de su buena voluntad y de su habilidad y pericia para afrontar los problemas; en una palabra, de su "responsabilidad".
3. La Iglesia está cerca de quienes, como vosotros, quieren inspirar su compromiso en los valores cristianos que constituyen un componente irrenunciable del patrimonio de Italia y de Europa. Desde esta perspectiva, desea que los Estados o las comunidades particulares busquen siempre modos eficaces para regular las relaciones entre sí, orientándolas al bien común, es decir, teniendo en cuenta las razones de las comunidades locales autónomas o integradas, y los intereses morales, además de los económicos, de toda la colectividad humana.
En particular, no puedo olvidar en este marco los complejos problemas relacionados con la reglamentación de la deuda de los países económicamente menos desarrollados con respecto a los más desarrollados. La autorizada voz de los bancos centrales puede brindar indicaciones adecuadas para encontrar y aplicar soluciones justas que den esperanza a las poblaciones que necesitan solidaridad, a veces incluso para su supervivencia.
4. Amables señoras y señores, os pido que acojáis estas consideraciones como signo de la estima que siento por vosotros y por vuestra importante función. El Señor, al que os encomiendo a vosotros y a vuestros seres queridos, ilumine vuestra mente y fortalezca vuestra voluntad para que, también gracias a vuestra contribución, todos puedan mirar al futuro con mayor confianza, con la certeza de que Dios ayuda a los que trabajan por el bien de sus hermanos.
Con esta finalidad, invoco sobre vosotros la abundancia de los favores celestiales, al mismo tiempo que os bendigo a todos de corazón.
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