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MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL SERVICIO DE ANIMACIÓN COMUNITARIA
DEL "MOVIMIENTO POR UN MUNDO MEJOR"

 

Al reverendo
Don GINO MORO, f.d.p.
Director general del
"Servicio de animación comunitaria
del Movimiento por un mundo mejor"

1. Me alegra enviarle a usted y a todos los miembros del "Servicio de animación comunitaria del Movimiento por un mundo mejor" mi saludo y mis mejores deseos con ocasión del quincuagésimo aniversario de la fundación del grupo promotor, que tiene su origen en el mensaje radiofónico del Papa Pío XII a la diócesis de Roma, conocido con el nombre de "Proclama por un mundo mejor". "Es todo un mundo lo que es preciso rehacer desde sus cimientos", afirmó el Papa con palabras inolvidables, un mundo que "es necesario transformar de salvaje en humano, de humano en divino, es decir, según el corazón de Dios" (Discorsi e radiomessaggi di S.S. Pio XII, XIII, p. 471).

La "Proclama por un mundo mejor" estaba dirigida a la diócesis de Roma. El Papa Pío XII quería que Roma fuera la primera en renovarse, y por eso convocó a toda la comunidad diocesana con palabras proféticas y muy actuales:  "Anhelamos entregaros a vosotros, amados hijos de Roma, la bandera de un mundo mejor (...). Acoged la santa consigna que vuestro Pastor y Padre hoy os da:  iniciar un poderoso despertar de pensamiento y de obras. Un despertar que comprometa a todos, sin excepción alguna, al clero y al pueblo, a las autoridades y a las familias, a los grupos, a todos y cada uno, en la tarea de la renovación total de la vida cristiana, en la línea de la defensa de los valores morales, practicando la justicia social y reconstruyendo el orden cristiano" (ib.).

2. La iniciativa de 1952, que se conmemora este año, no puede por menos de traer a la memoria los desarrollos sucesivos, desde el concilio Vaticano II, pasando por el vasto movimiento posconciliar y el Sínodo diocesano de Roma, hasta la más reciente Misión ciudadana, que se realizó durante los años 1996-1999 como preparación para el gran jubileo del año 2000. La misma inspiración ha guiado el compromiso de la Iglesia durante estos años:  el viento del Espíritu Santo impulsa las velas de la Iglesia, que ya surca las aguas del tercer milenio.

Espero de corazón que esta feliz celebración jubilar os ayude a todos vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, a redescubrir la herencia espiritual del padre Lombardi como fuente de entusiasmo y eficacia apostólica. Durante estos decenios el Movimiento se ha difundido en cerca de cuarenta naciones, esforzándose por traducir en proyectos la amplia y articulada visión propuesta por el concilio Vaticano II y por el magisterio sucesivo, con la perspectiva de una "comunión" eclesial cada vez más intensa. Proseguid esta obra, cooperando de modo dócil y constante con los pastores y estando siempre atentos para captar los "signos" de los tiempos.

3. Prestáis singular atención a la promoción del sacerdocio común de los fieles y de la vocación profética de los laicos en los diversos campos de la actividad humana, para que, "percibiendo con mayor claridad su vocación íntegra, acomoden más el mundo a la excelsa dignidad del hombre, busquen una fraternidad universal más profundamente arraigada y, bajo el impulso del amor, respondan, con un esfuerzo generoso y organizado, a las urgentes exigencias de nuestro tiempo" (Gaudium et spes, 91). En efecto, los fieles laicos son los primeros llamados a trabajar en la construcción de una sociedad animada por los valores de la civilización del amor.

En el marco actual de la cultura y de la misma visión eclesiológica madurada tras el concilio Vaticano II, la influencia de la Iglesia en la transformación de la sociedad se realiza sobre todo a través de un laicado adulto en la fe y preparado para encarnarla en la historia mediante la irreprochabilidad de su testimonio y la seriedad de su competencia (cf. Christifideles laici, 36-44).

María, Madre de la Iglesia, a la que el padre Lombardi atribuía la inspiración misma de su obra, asista con constante benevolencia todos vuestros esfuerzos y los haga fecundos. Ella os fortalezca en las dificultades que encontréis a lo largo de vuestro camino.

Que también os acompañe y anime la bendición, que de corazón os imparto a cada uno de vosotros, a vuestros grupos locales y a todos los que, de diferentes modos, apoyan vuestro servicio en las distintas partes del mundo.

Vaticano, 10 de febrero de 2002

JUAN PABLO II



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