DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
AL INSTITUTO DE CIENCIAS HUMANAS DE VIENA
Sábado, 26 de octubre de 2002
Señoras y señores; queridos amigos:
Me alegra encontrarme con vosotros aquí, en el Vaticano, al celebrar el Instituto de ciencias humanas el vigésimo aniversario de su fundación. Saludo en particular al profesor Krzysztof Michalski, uno de los primeros miembros del Instituto, que está hoy con nosotros. Nuestro encuentro me permite expresar mi aprecio personal por la obra del Instituto, que ha incluido la organización de ocho memorables coloquios en Castelgandolfo. Aprovecho también esta oportunidad para honrar la memoria de Jozef Tischner, presidente y fundador del Instituto, ya fallecido, que tanto trabajó en su proyecto de fomentar un diálogo sobre el futuro de Europa abierto tanto a las voces de Oriente como a las de Occidente.
Hoy, veinte años después de su fundación, el Instituto de ciencias humanas ha sido plenamente fiel a la visión de sus fundadores. Los acontecimientos de 1989 y el ritmo acelerado de la unificación de Europa han mostrado la necesidad del tipo de análisis sistemático, de discusiones de amplio alcance y de propuestas concretas que promueve el Instituto. Durante estos años, el Instituto ha contribuido de forma significativa a forjar, de un modo más responsable, el futuro político, económico, social y cultural del continente. Espero que en los próximos años siga destacando la dimensión "humana" de las inmensas posibilidades y desafíos que se abren ante la humanidad en el alba de este nuevo milenio.
En fin, cualquier solución a la grave crisis que afronta la sociedad contemporánea y cualquier esfuerzo por crear un futuro más digno del hombre deben basarse en el aprecio de la dignidad innata y en la grandeza espiritual de cada ser humano. Asimismo, deben mostrar respeto por la rica variedad de culturas y valores religiosos que han dado expresión histórica a la búsqueda de libertad auténtica y a la construcción de un mundo solidario, justo y pacífico. En este feliz aniversario, expreso mis mejores deseos para la continuación de la obra del Instituto. Sobre vosotros y vuestras familias invoco de corazón las bendiciones divinas de alegría y paz.
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