DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO ORGANIZADO
POR EL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA FAMILIA
Viernes 13 de junio de 2003
Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos participantes en este encuentro:
1. Me complace acogeros hoy, con ocasión del IV congreso de presidentes de las comisiones episcopales de Europa para la familia y la vida. Este congreso se celebra en un momento muy importante, mientras se están debatiendo temas de gran relevancia para el futuro de la familia en los pueblos europeos.
Os saludo cordialmente a todos. De modo especial, saludo al señor cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo pontificio para la familia, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Extiendo mi saludo y mi gratitud al secretario y a los colaboradores del dicasterio, que trabajan con constante solicitud en favor de la familia. Os saludo a cada uno de vosotros, aquí presentes, y a cuantos, en sus respectivas naciones de proveniencia, colaboran con vosotros en este campo pastoral de interés primario para la Iglesia y para toda la humanidad.
El tema que habéis elegido —"Desafíos y posibilidades al inicio del tercer milenio"— es muy significativo e ilustra muy bien el propósito que os anima al realizar un balance de la situación de la familia en Europa, que atraviesa momentos difíciles.
Pero la familia dispone también de grandes potencialidades, al ser una institución arraigada sólidamente en la naturaleza del hombre. Además, experimenta las energías de que la colma el Espíritu Santo, y que no le faltarán jamás en el cumplimiento de su sagrada misión de transmitir la vida y difundir el amor familiar a través de las generaciones.
2. Ciertamente, hoy la identidad de la familia está sometida a amenazas deshumanizadoras. Perder la dimensión "humana" en la vida familiar lleva a poner en tela de juicio la raíz antropológica de la familia como comunión de personas. Así, van surgiendo, casi en todo el mundo, alternativas falaces que no reconocen la familia como un bien valioso y necesario para el entramado social. De este modo, a causa de la falta de responsabilidad y de compromiso con respecto a la familia, se corre el riesgo de pagar, por desgracia, un elevado precio social, y las consecuencias las sufrirán especialmente las generaciones futuras, víctimas de una mentalidad nociva y confusa, así como de estilos de vida indignos del hombre.
3. En la Europa de nuestros días la institución familiar experimenta una preocupante fragilidad, que resulta mayor cuando las personas no están preparadas para asumir sus responsabilidades en su seno con una actitud de entrega recíproca plena y de verdadero amor.
Al mismo tiempo, es preciso reconocer que numerosas familias cristianas dan un consolador testimonio eclesial y social: viven de modo admirable esta entrega recíproca en el amor conyugal y familiar, superando dificultades y adversidades. Precisamente de esta entrega total brota la felicidad de la pareja, cuando se mantiene fiel al amor conyugal hasta la muerte y se abre con confianza al don de la vida.
4. En las sociedades actuales de Europa emergen tendencias que no sólo no contribuyen a defender esta fundamental institución humana, como es precisamente la familia, sino que también la atacan, haciendo más frágil su cohesión interior. Difunden una mentalidad favorable al divorcio, a la anticoncepción y al aborto, negando de hecho el auténtico sentimiento del amor y atentando en definitiva contra la vida humana, al no reconocer el pleno derecho a la vida del ser humano.
Ciertamente, son numerosos los ataques contra la familia y la vida humana, pero, gracias a Dios, son muy numerosas las familias que permanecen fieles, a pesar de las dificultades, a su vocación humana y cristiana. Reaccionan a los ataques de cierta cultura contemporánea hedonista y materialista, y se van organizando para dar juntas una respuesta llena de esperanza. La pastoral familiar es hoy una tarea prioritaria, y se registran signos de renovación y de un nuevo despertar de las conciencias en defensa de la familia. Me refiero aquí a algunas intervenciones legislativas, así como a oportunos incentivos para frenar el avance del invierno demográfico, que se nota mucho más en Europa. Aumentan los movimientos en favor de la familia y de la vida; se consolidan y constituyen una nueva conciencia social. Sí, los recursos de la familia son innumerables.
5. Quisiera renovar aquí mi invitación a los responsables de los pueblos y a los legisladores para que asuman plenamente sus compromisos en defensa de la familia y favorezcan la cultura de la vida. Se celebra este año el vigésimo aniversario de la publicación, por parte de la Santa Sede, de la Carta de los Derechos de la Familia. Presenta los "derechos fundamentales inherentes a la sociedad natural y universal que es la familia". Se trata de derechos "expresados en la conciencia del ser humano y en los valores comunes a toda la humanidad", que "derivan, en última instancia, de la ley que está inscrita por el Creador en el corazón de todo ser humano" (cf. Introducción). Espero que este importante documento siga dando un apoyo y una orientación eficaces a cuantos, de diferentes maneras, ejercen funciones y responsabilidades sociales y políticas.
María, Reina de la familia, inspire y sostenga vuestros esfuerzos en las comisiones "Familia y vida" de vuestras respectivas Conferencias episcopales, para que las familias cristianas de Europa sean cada vez más "iglesias domésticas" y santuarios de la vida. Con estos deseos, avalados por la oración, invoco la constante ayuda divina sobre vuestras actividades, a la vez que os bendigo de buen grado a todos.
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