ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LAS CAPITULARES HERMANAS DE SANTA ISABEL
Lunes 15 de noviembre de 2004
Amadísimas hermanas:
1. Os agradezco cordialmente esta visita, que tiene lugar durante el capítulo general de vuestra familia religiosa. Os saludo con afecto a cada una de vosotras. En particular, saludo a la nueva superiora general, madre Samuela Werbinska, con su consejo, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Extiendo mi saludo a todas las hermanas, comprometidas activamente en el testimonio del Evangelio de la caridad en diversas naciones.
2. Durante estos días habéis reflexionado sobre el carisma que os caracteriza. Cuando, a mediados del siglo XIX, vuestras fundadoras, Clara Wolff, Matilde y María Merkert y Francisca Werner, comenzaron a servir a los "miembros dolientes del Cuerpo de Cristo" en la ciudad de Nysa, en Polonia, tenían como meta y programa de su apostolado las palabras de Jesús: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Inspirándose en el ejemplo de santa Isabel de Hungría, elegida como patrona de la naciente congregación, se dedicaron totalmente a los pobres y a los necesitados, contemplando en su rostro el del Redentor.
Desde entonces, vuestro instituto ha crecido notablemente, y hoy mira con confianza al futuro, ampliando su actividad a diversas regiones del mundo.
3. "Duc in altum!". Este es el tema que habéis elegido para el capítulo general. Vuestro apostolado, queridas hermanas, será tanto más eficaz cuanto más arraigadas permanezcáis en vuestro carisma. Seguid el ejemplo de vuestras fundadoras, que cultivaron un coloquio íntimo con el Señor. Que todos vuestros proyectos apostólicos broten de una incesante comunión con él. Al cultivar una intensa vida de oración y de escucha de Dios, os será más fácil asegurar a los hermanos y a las hermanas que atraviesan dificultades no sólo el apoyo material, sino también el consuelo espiritual.
4. Durante estos días estáis estudiando cómo responder con "fidelidad creativa" a los desafíos de la sociedad actual. Es preciso recomenzar desde Cristo y testimoniar, de manera sencilla y concreta, su amor misericordioso a todos, de modo especial a los marginados por nuestras sociedades, que son considerados los "fracasados" de la vida.
Que la Virgen Madre del Señor os acompañe y proteja siempre; que intercedan por vosotras santa Isabel de Hungría y vuestros santos protectores. Os aseguro un recuerdo especial en la oración y os bendigo de corazón a vosotras, queridas hermanas, a toda vuestra congregación así como a los laicos de la comunidad apostólica de Santa Isabel, y a aquellos con quienes os encontráis en vuestro apostolado diario.
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